sábado, 19 de febrero de 2011

WANPAKU OUJI NO OROCHI TAIJI (YUGO SERIKAWA, 1963)



Antes de Wanpaku ouji no taiji no había nada. No más que un puñado de largometrajes ejecutados con mayor o menor fortuna, salpicados de un número limitado de escenas memorables y cargados de buenas intenciones. Wanpaku fue la primera obra maestra incostestable de la Toei, y una de las que se elevan más alto entre las producciones del periodo clásico junto con Horus y Tatsu no ko Taro. Hablamos de una obra completamente redonda, nutrida por el espléndido trabajo de todo el equipo que, a la vista está, no ha dejado de ganar enteros con el paso de las décadas. Es una película memorable y absolutamente única en su género.

Ya de partida el diseño supuso una ruptura con lo que venía siendo lo habitual en los títulos de la Toei. Figuras cerradas de contornos redondeados, compactas y sintéticas, esquivas al detalle y endiabladamente dinámicas. Este esfuerzo cercano al milimalismo, próximo a lo icónico y enemigo del ribete y del adorno superficial, es lo primero que salta al ojo. Es imposible que pase inadvertido. Si la memoria no me falla, será la primera vez que presenciemos esta opción estética durante este periodo (exceptuando tal vez Gulliver). La sencillez del trazo y de la composición agiliza y facilita el proceso de animación y esto, a su vez, dispara las posibilidades de las escenas de acción, que son las más espectaculares que hasta entonces se habían visto por aquellos fueros. La filosofía de la austeridad expresiva se traslada también al diseño de los escenarios, tan sencillos y planos que recuerdan a veces a las estampas de Henri Rousseau, y al uso del color, de escasa gradación. Sea como fuere el resultado es una película con un aspecto verdaderamente "moderno", en el sentido menos despectivo del término, completamente adelantada a la industria que la engendró y al terreno del largo. Alguien señala que la sencillez que abandera tiene mucho de la estética UPA; razón no le falta.     

Si Horus y Takahata (que por cierto, participó aquí como Ayudante de Dirección) vinieron con un pan bajo el brazo, Serikawa y Wanpaku lo hiceron al menos con una hermosa rebanada de pan de pueblo. La secuencia que abre Horus tiene un anticipo en la que cierra Wanpaku. He creído ver mucha de la potencia cinética y del virtuoso montaje del combate con la manada de lobos en la agotadora batalla que Susanoo libra con el dragón. Hay dos escenas que inciden particularmente en este aspecto. La primera es la lucha entre Susanoo y el dios del fuego. Los movimientos de las llamas aquí están verdaderamente conseguidos. Dotan a la escena de ese dinamismo ligero y fluido del que vengo hablando. Toda la lucha es un estupendo ejericicio técnico en el que se nos muestra cómo animar con soltura uno de los elementos más difíciles de la naturaleza, el fuego (con permiso del agua y, por su puesto, del humo). Fantástico también el uso del color, que reproduce la textura y el relieve de las llamas y del entorno volcánico en el que transcurre la acción. Esta es sin duda una de las mejores escenas de toda la película.



La segunda de la que hablo es la más famosa, un verdadero pináculo de la animación clásica. Se trata de la lucha final entre Susanoo y el dragón de ocho cabezas que da título al largo. Dura aproximadamente veinte minutos y con ella culmina y se cierra la historia. Aquí hay mucho de lo que hablar. Para empezar la inolvidable aparición del monstruo, que asoma la silueta de su lomo erizado de escamas, recortada sobre el pico de una montaña en mitad de la noche. La imagen es inolvidable, pues sin haber mostrado gran cosa ya nos hace temer lo peor. Depués los ojos de sus múltiples cabezas brillando en la oscuridad, un par de ramas que se parten ante el empuje de una fuerza invisible, y por último la aparición, poco a poco, de una en una, maravillosamente reforzada por la banda sonora, de las formidables ocho cabezas. El diseño de las cabezas es un claro exponente de este estilo funcional al que me he referido. Su forma es prácticamente la de un prisma rectangular rematado con ojos y cuenos. Los ojos son ovoidales, completamente en blanco y carentes de pupila o similares. Este detalle le resta expresividad al rostro del monstruo, que a diferencia de otros muchos villanos, es simplemente una bestia desprovista del don de la palabra, del todo inhumana y ajena. Son pocos los colmillos que asoman; la lengua y el interior de las fauces aparecen  levemente insinuadas. En suma, las cabezas dan la impresión de ser un todo completamente macizo, no así los largos cuellos que las sostienen, que aportan una movilidad endiablada durante el combate. 

La principal dificultad de la escena consistía orquestar el movimiento de ocho cabezas de modo que cada una de ellas se moviera con vida propia y, además, de entrelazarlas entre sí y con los arreones del héroe, que aquí ataca a lomos de un caballo (¿poni?) volador. Hay un momento exraordinario en que una de las cabezas cae abatida por una lanza y, ya moribunda en el suelo, comienza a retorcerse y a escupir fuego completamente fuera de control. El otro punto fuerte a mi entender es el montaje, que aquí se torna ágil y eléctrico a medida que se acerca el final de la batalla y se acentúa el dramatismo. Probablemente no llegue a los niveles de Horus, pero se me antoja bastante potente y arrojadizo. Es la primera vez que el director hace uso de él, ni siquiera en el enfrentamiento con el dios del fuego vemos venir algo semejante. 






Hay más escenas: la pelea con el pez gigante, toda la parte que transcurre en el palacio submarino y también aquella en cielo (que se adelanta y se asemeja a la vista dos años más tarde en Uproar in heaven y, por ende, en aquellas producciones animadas del Shanghai Animation Film Studio que mostraban la morada de los dioses, estéticamente muy similares a la que nos ocupa hoy), el combate con el tigre... A propósito del cual me gustaría sacarme una feflexión de la manga. Recuerdo haber leído una discusión (precisamente a propósito de Horus) en la que contraponía el estilo Disney ("The illusion of life") con el japonés ("raw animation"); esto es, en términos muy mundanos, mientras el primero busca una aproximación realista al movimiento mediante la animación, es decir, intenta retratar la realidad lo más fielmente posible, con el propósito de capturarla, de imitarla, el segundo sólo busca la verosimilitud, que la impresión del movimiento sea totalmente creíble para el espectador, a pesar de que lo que se le presente no sea real, no se produzca de ese modo en la naturaleza. Ejemplo: en la lucha entre el tigre y Susanoo hay un breve encuadre frontal del felino corriendo hacia el chico. Lo que aquí vemos es la cabeza del bicho y parte de las patas delanteras enmarcadas en un plano medio, agitándose de manera mecánica, todo ello aderezado por las ya clásicas líneas cinéticas sobre un fondo completamente blanco. Se elimina el fondo y se añaden las líneas cinéticas, nada de esto es real, ni encontramos estas mismas líneas, ni las imágenes se disuelven en la vida real; sin embargo uno no piensa en eso cuando ve al tigre correr, porque entiende que es una forma de indicar que va a gran velocidad. Eso es el anime, la impresión sobre la descripción (aunque en honor a la verdad habría que decir que la animación de las cabezas del dragón en Wanpaku tiene una aproximación seudo-realista). 

Por contra Disney habría optado por un plano general en el que el espectador pudiera apreciar toda la musculatura del animal moviéndose en plena carrera, tal y como se produce en la realidad. Ni líneas cinéticas ni fondos en blanco, la realidad tal y como la percibe el ojo humano. No sé si tigres, pero si me consta que a veces ponía a sus animadores delante de animales de carne y hueso (caballos) y les hecía estudiar sus movimientos para reproducirlos posteriormente lo más fielmente posible; eso es Disney, la descripción de la realidad, la ilusión de la vida ("The illusion of life") que brota en la gran pantalla.


 Susano contra el dragón, por Tsukioka Yoshitoshi.


Hay otro aspecto nada desdeñable que casi todos coinciden en resaltar, y no es otro que la banda sonora. Fue compuesta por Akira Ifukube, compositor de prestigio, frecuente en las partituras de las Kaiju-eiga. Potente, épica, sinfónica... También están esos fantásticos coros absolutamente deliciosos... Y ya por último, centrándonos un poco en la historia en sí: al igual que la mayoría de los largos de la Toei de la época, el argumento se nutre de la mitología, en este caso nipona. Concretamente, de hechos relatados en el Nihon Shoki y el Kojiki. El espectador medianamente familiarizado con las leyendas japonesas reconocerá sin esfuerzo a Susanoo y a la serpiente de ocho cabezas, Yamata no Orochi, a Izanagi e Izanami,  y también los episodios del espejo en la cueva y el de la creación del archipielago japonés con el que comienza la historia.

Más allá de lo dicho y tal y como yo lo veo, Wanpaku es la historia de un niño que se niega a aceptar la muerte de su madre. Incluso podría afirmarse que es la historia de un niño que ni acepta ni entiende el ciclo de la vida, y que se ve abruptamente arrancado de su niñez por uno de esos episodios que marcan para siempre la vida de cualquier niño, sea mitológico o no, el fallecimiento de la madre. En contra de la voluntad del padre (el adulto, el que acepta y entiende), Susanoo emprende un viaje imposible, completamente descabellado, en busca de su madre (he aquí un proto-Marco) y, sin saberlo, intenta de este modo subvertir el orden natural (rescatándola de las garras de la muerte y devolviéndola a la vida). Ni que decir tiene que el viaje, iniciático, simbólico, interior, como casi todos los viajes, termina enfrentando a Susanoo con la verdad, que tiene dos caras, la terrible, la del dragón de ochos cabezas, y la amable, la del cuerpo de la misma bestia trocado en río, en valle y en flor; la vida que se genera a partir de la muerte. Tras exterminar al dragón, Susanoo ve a su madre por última vez. Hablan. Ella le dice que ahora está en un lugar maravilloso y que algun día estarán juntos de nuevo. Susanoo debe aceptar las cosas tal y como son, en otras palabras, aprende a ser feliz en este mundo hasta que te llegue la hora de irte al otro.        


Hasta hace poco encontrar Wanpaku costaba un huevo y parte del otro. Afortunadamente la situación ha cambiado bastante de un tiempo a esta parte. En www.bakabt.com hay una versión con subtítulos y audio en inglés a partir del DVD original que yo mismo subí hace algún tiempo. En www.asia-team.net podéis encontrarla doblada al español si no recuerdo mal. Está en Youtube y disponible en bastantes trackers. Usad San Google y la encontraréis sin demasiados problemas. Que nadie se quede sin verla, ya no hay excusa que valga.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Dar mi nombre aquí sería, como poco, superfluo, así que me haré llamar Noxa.
...quién demonios sabe cómo he llegado aquí mediante enlaces... pero ya que estoy, me gustaría felicitarle por sus trabajos en la Cthulhu, trabajos que, a pesar de envilecerme, emponzoñarme y agitar mis ya laxas cadenas de la perversidad y la locura, me asombran y me invitan a la reflexión -una reflexión escéptica y nihilista-. Lejos de lenguaraces pedantes, ha sabido usted encontrar la beldad en lo grotesco, la belleza en las tinieblas... o eso, o yo me he vuelto definitivamente loco.
Sea lo que sea, enhorabuena, y espero que siga trabajando de esta forma, que no renuncie a su orgiástica enjundia y que consiga lo que se proponga, aunque sus sueños sondeen montañas con picos más elevados o lejanos que los mismísimos ericianos.

Elchinodepelocrespo dijo...

Se agradecen los elogios. En vista de lo dicho me permito señalar que en el siguiente numero de la revista sigo en la misma linea y me tiro de cabeza en el fango. Espero no defraudar.

Anónimo dijo...

El tal Noxa se retrata muy bien con sus palabras y ni falta que hacia. Habria quedado mejor el halago sin tanta soberbia... Hay gente pa to, jaja.

Anónimo dijo...

...aunque muchos ignorantes la tachen de pecado, la soberbia es la mayor virtud que existe. (Noxa)

Anónimo dijo...

Decencia! gritaba el troll.

Anónimo dijo...

la decencia está sobrevalorada. Si todos fuésemos un poco más narcisistas y nos amásemos más a nosotros mismos por encima de los demás, este mundo dejaría de ser tan frívolo, y así podríamos alcanzar por fin nuestros objetivos.
Y por favor, dejemos de molestar a elchinodepelocrespo, que no tiene nada que ver aquí.