miércoles, 28 de marzo de 2007

ESTRENOS, AZUR Y ASMAR Y SHIGERU SUGIURA

El sello Track Media continúa su colección de Maestros de la Animación con dos nuevos títulos de Karel Zeman (aquí). Por su parte, Divisa Home Video nos trae Hi no Tori 2772: Ai no Cosmozonev, de Osamu Tezuka.

Destacar el estreno hace unas semanas en nuestras pantallas de Azur y Asmar, la última película de Michel Ocelot, más conocido por estos lares por su Kirikú y la bruja. Después de verla, no me cabe la menor duda de que estamos ante uno de los mejores largometrajes europeos de los últimos años (cosa, por otra parte, no demasiado difícil) y uno de los más hermosos de la historia de la animación. Vayan a verla si tienen en estima Die Abenteuer des Prinzen Achmed, Paradise de Ishu Patel o 1001 Noch de Karel Zeman. Vayan a verla por que sí, por que les mola una tía, o simplemente para ahorrarse trescientos euros, o porque sospechan, como yo, que Tarantino ha escrito el anuncio de la campaña de la Dirección General de Tráfico.

Lo que sigue no tiene nada que ver con la animación, pero ahí va: el otro día, navegando por una página francesa de venta de manga y anime me topé con algo que no creía que fuera en un primer momento lo que yo creí ver pero que resultó serlo: con sorpresa, regocijo y deliquio comprobé la próxima edición de Doron Chibimaru, obra del legendario Shigeru Sugiura. Sugiura, que se consideraba a sí mismo un visionario, comenzó su carrera en la década de los 30 y alcanzó su apogeo en los 50 y 60 para, después, caer en el olvido (creo que se pueden rastrear algunos puntos en común con la trayectoria artística de Yoshiharu Tsuge) hasta que, años más tarde, una nueva generación de mangakas lo reivindicó como una de sus máximas influencias. Buena parte de estos autores publicarían en la legendaria Garo, por cuyas páginas transitaron artistas de la talla de Tsuge, Tatsumi, Shigeru Mizuki o los más recientes Suehiro Maruo o Kazuichi Hanawa. Se dice que Sugiura gozaba del reconocimiento y la admiración de artistas e intelectuales ajenos al medio (de nuevo, como Tsuge). A menudo, se contrapone su obra a la de Tezuka en la medida en que el primero cultivó una narrativa alejada del montaje cinematográfico introducido por el maestro (en realidad, esta era la forma dominante hasta la aparición de Tezuka). Sugiura es, desde luego, un autor marginal y prácticamente desconocido en Occidente (como excepción, la historia de tres páginas que dibujó para Raw en 1984 por petición expresa de la revista americana). Sólo se me ocurre un feliz sintagma para calificar la edición de su obra en occidente: pata negra.

La edición de Doron Chimibaru me lleva a formular una doble afirmación: por un lado, los clásicos del manga comienzan a hacerse un hueco en occidente poco a poco; en realidad es un lento proceso que viene desarrollándose con cuenta gotas en los últimos años y que tiene como máximo exponente la obra de Tezuka. Por otro lado, Francia se encuentra a la cabeza de edición de clásicos en Occidente; y el margen es amplísimo. Fueron los primeros en editar una serie del maestro del terror Kazuo Umezu: Hyouryuu kyoushitsu (lo primero de Umezu en Occidente fue el tomo final (¿?) de Orochi, editado por Viz), los primeros y únicos en editar una novela gráfica de Yoshigaru Tsuge: Muno no Hito (L´homme sans talent), del que ya se habían editado algunas historias cortas en Raw y The Comics Journal; los primeros en editar una serie de Kazuichi Hanawa (del que ya había una novela gráfica en italiano y del que podemos encontrar En la prisión en español y un par de historias cortas publicadas en América), pioneros aún en editar a Shigeru Mizuki y su Kitaro, además de otras de sus obras. A estos, añadir obras de Leiji Matsumoto (Galaxy Express, la original de 17 tomos, y no la decepcionante continuación que editó Viz), Tatsumi, Taniguchi (de estos dos estamos bien surtidos en nuestro país) o Taiyou Matsumoto, de quien aún no se ha visto nada por aquí. Por si esto fuera poco, recomiendo entrar en la página francesa de Amazon, seleccionar Livres en francais (o algo así, me perdonen los francófonos), escribir Osamu Tezuka y... echarse a llorar. Se me ocurren varios motivos para la ausencia de estos autores en nuestro mercado, uno podría ser el desconocimiento por parte de los editores (aunque la mayoría tienen un ojo puesto en Francia, especialmente Ponent Mon), el otro es el cuestionamiento de su éxito comercial. De todos modos, hay cosas que venden bastante bien, el terror, desde luego: queremos más Hino, Junji Ito y Umezu, que tendría un hueco en nuestro mercado casi seguro; después está el erotismo, España es el país occidental que cuenta con el mayor número de obras editadas de Suehiro Maruo (nueve, si las cuentas no me fallan), ¿a qué esperan entonces para traer a Shintaro Kago, o a Jun Hayami, o el Domestic Yapoo de Shotaro Ishi(no)mori?