domingo, 21 de diciembre de 2008

NOSTALGIA: LA ESPADA DEL SOL

Primera parte: la filosofía de la acción.

  1. Un afilado atolón, como el colmillo de una bestia prehistórica, se alza en el mar sobre un cielo oscuro. Una espesa bandada de pájaros negros lo corona. Un barrido lateral de cámara hacia la izquierda abre el plano, paralelo a la costa, siguiendo el vuelo de las aves marinas, que graznan furiosamente sin parar. Apenas han pasado unos segundos guando la bandada describe un semicírculo en el cielo y toma la dirección opuesta; no obstante la cámara sigue hacia la izquierda. En ese momento, la cabeza de un lobo blanco de aspecto feroz cruza ante nuestros ojos a una velocidad endiablada. Al instante, un hacha de mano se clava en el suelo con violencia, a punto de atajar al animal. De seguido, los pies de una persona cruzan la imagen en la misma dirección que el lobo. El hacha desaparece a su paso, se entiende que quien quiera que sea acaba de lanzar el hacha y que va detrás del animal. Sus pies son seguidos, muy de cerca, a punto de tocarlo, por varias cabezas de lobos feroces, más oscuros que el primero, y por un segundo lobo blanco, que cierra la persecución. Una vez éste ha pasado, la cámara, que se había detenido justo frente al hacha, a modo de hemisferio del encuadre, sigue, rezagada, la persecución. Seguimos hacia la izquierda, el mismo plano, el mismo travelling. Ahora la imagen se abre, que no el plano, que no avanza ni un milímetro. El niño (ahora sabemos que es un adolescente), con el hacha en la mano, corre hacia el frente, en diagonal izquierda y luego derecha, perseguido por una manada de lo lobos. Sus pasos terminan en el filo de un acantilado, donde las fieras lo tienen acorralado. Con un parón en seco, un movimiento brusco, frena justo antes de caer. Algunas piedras se precipitan al vacío. El héroe (en estos pocos segundos ya ha quedado claro que es “el héroe”), recula, lanza un tajo al aire y salta desde un filo a otro, hacia el espectador. Un lobo cae al vacío, víctima de su velocidad. El resto se divide en dos. Los que saltan tras él y los que dan la vuelta para esperarlo en el punto sobre el que acaba de saltar. El chico se zafa de ellos como puede y continúa corriendo, esta vez hacia nosotros, hacia el espectador. Su paso es fugaz, pero podemos apreciar sus rasgos jóvenes, el gesto apretado, en tensión, y detrás de él las fauces abiertas de las bestias.
  2. El plano cambia. Ahora pasamos un travelling en la misma dirección que el anterior en el que vemos al héroe corriendo hacia al izquierda, esquivando los colmillos y blandiendo el hacha a modo de escudo.
  3. Ahora un primer plano. Uno de los lobos blancos lanza una dentellada al pie del chico, que escapa, en el aire, por milésimas.
  4. El chico se eleva en el aire acrobáticamente.
  5. Las bestias giran para cazarlo. Sus hocicos se acercan al espectador y se comen la pantalla. Al girar en carrera, sus patas traseras levantan algunos guijarros.
  6. Hols, digamos ya el nombre del protagonista, aterriza sobre una roca.
  7. Hols erguido, de espaldas a nosotros, sobre la roca. Los lobos se aproximan encabezados por uno de los blancos, que salta ferozmente sobre el chico. De nuevo, sus fauces abiertas, sembradas de colmillos, se abren frente al espectador, interpelándonos en todo momento, haciéndonos partícipes, víctimas potenciales, de la refriega y, por ende, de la acción.
  8. Hols se zafa y lo voltea. A continuación, describe un poderoso hachazo en el aire.
  9. Un lobo marrón lo recibe de pleno. Su gemido de dolor viene acompañado por una pequeña porción de su pelaje, que salta por los aires al ser rebanada por la hoja del hacha.
  10. Aún sobre la roca, esquiva y golpea unas cuantas bestias más.
  11. A ras del suelo, dándonos la espalda, otro lobo blanco espera el momento justo para atacar. La cabeza del segundo lobo blanco asoma entonces por la derecha.
  12. Hols los observa atento.
  13. Los lobos se abalanzan.
  14. Hols los esquiva y golpea. El tajo del hacha hace brotar su blanco pelaje. Uno de ellos, que acaba de desaparecer, golpeado, tras la roca, emerge de un salto y se abalanza sobre él. Arrastrándolo hacia nosotros. Lo derrumba de la roca y caen, al suelo, desapareciendo del encuadre. El resto de la manada surge de detrás del montículo y se lanza en la misma dirección.
  15. Una gran maraña de lobos se amontonan sobre Hols, que consigue escapar por debajo (recurso típico del cartoon, slapstick memorable y recurrente) y alejarse hacia el acantilado, al fondo de la imagen.
  16. Hacha en mano, nos viene de frente, hacia arriba, seguido por los lobos, un poco más abajo.
  17. Un giro en primer plano y noquea a un lobo blanco. Éste Gime.
  18. Corre, desaparece del plano, dejando tras de sí un resto de tierra que su bota hace saltar por los aires al tomar impulso para emprender de nuevo la carrera. El segundo lobo blanco queda mirando un instante la suerte que ha corrido su homólogo. Reemprende la persecución. De nuevo se abalanza hacia el espectador.
  19. Hols hace rodar una gruesa roca hacia la pendiente por la que suben sus perseguidores. Luego una segunda, que toma la línea imaginaria recta que divide el plano en dos y que parte directamente de nuestros ojos. De nuevo nos interpela. El lobo blanco, que aparece de la nada, la salta.
  20. En primer plano de la imagen el lobo, que acaba de esquivar la treta, le (nos) ruge. La roca se precipita cuesta abajo, acompañado por otras rocas y guijarros más pequeños. Los lobos caen por un momento, pero se recuperan en cuestión de segundos.
  21. Hols blande su hacha.
  22. En línea recta con el espectador, el hacha, atada a una cuerda, vuela hacia el frente, siguiendo nuestra mirada. El lobo blanco la esquiva, un segundo marrón no lo hace. Gime y cae; más pelaje.
  23. Hols en la cima de la pendiente. Los lobos, encabezados por los blancos, retroceden. Hols agita el brazo derecho y el hacha vuelve a las manos de su dueño gracias a la cuerda atada a su empuñadura.
  24. Alza el hacha, observa y la lanza.
  25. El hacha vuela, mortífera, describiendo una curva en el aire. El cielo es azul, pero no hay ni una línea cinética, ni un atisbo de desintegración del entorno, del fondo, para sembrarlo de rectas con el fin de transmitir velocidad; el recurso será un clásico del anime poco después.
  26. El hacha lame el lomo de las bestias, que se contorsionan violentamente para evitar el golpe. El pelaje salta rebanado.
  27. Hols tira de la cuerda hacia él.
  28. El arma se engancha en la pata de un lobo, y éste cae entre gemidos y se ve arrastrado hacia arriba, acompañado de una nube de polvo y guijarros que su cuerpo levanta debido al roce contra el suelo.
  29. Hols recupera el hacha y echa a correr. Describe una curva, primero hacia arriba a la izquierda, y luego abajo derecha, acercándose del nuevo la espectador.
  30. Uno de los lobos blancos, que nos mira cara a cara, recula sin perder de vista al chico, que está fuera de plano.
  31. En primer plano, dándonos la espalda, el mismo lobo blanco. En segundo plano, en la distancia, vemos a Hols corriendo pendiente abajo. Lanza el hacha, que viene directa a nuestra frente. El lobo la esquiva. El hacha devora la pantalla.
  32. Hols hace girar la cuerda por encima de su cabeza.
  33. Los lobos esquivan el hacha voladora. Al golpear a uno de ellos, la cuerda se rompe…
  34. Y el arma queda sin dueño.
  35. Horror en el rostro de Hols. Una nota musical funesta, la primera de toda la cinta. Hasta ese momento todos los sonidos han nacido del fragor del combate.
  36. Los lobos se abalanzan hacia él, hacia nosotros. La música dispara todas las alarmas.
  37. Hols se aleja hacia el fondo. Los lobos salen de la nada y lo acorralan. Lanza una patada y golpea a uno de ellos. Es el plano más largo hasta ahora, exceptuando el que abre la película.
  38. Los lobos lo acorralan alrededor de una roca.
  39. El rostro de Hols suda a mares.
  40. El lobo blanco parece sonreír.
  41. Un lobo acecha desde la cima de la roca a Hols, que no advierte su presencia.
  42. Hols alza la vista y lo ve.
  43. El lobo cae sobre él. Hols lo atrapa y lo voltea.
  44. El lobo cae contra sus compañeros.
  45. Hols escala a la cima de la roca.
  46. La secuencia.

Segunda parte: una sorpresa gigantesca.

  • La roca tiembla y se eleva en el aire. Los lobos corren asustados. La roca resulta ser el dedo de una mano gigantesca de un gigante de piedra, que dormía semienterrado. Una voz cavernosa anuncia su presencia. El gigante emerge, más bien se despereza. A estas alturas, el montaje ha dejado de ser frenético y los planos son mucho más largos y abiertos. Es absolutamente necesario, para captar el tamaño de la criatura y para dar al espectador un respiro. La aparición de este nuevo ser es prodigiosa en todos los sentidos. Viene a añadir un elemento fantástico, inesperado, que en ningún momento se adivina del tono de la escena anterior. El gigante se presenta y se rasca la cabeza: un tupido bosque rematado por un narizón redondo, cien por cien tezukiano. Una bandada de pájaros sale de la cabeza cuando se rasca (el detalle es inolvidable), y pronto vemos al gigante en todo su esplendor, coronado por una aureola de aves y desprendiendo enormes rocas de sus brazos que se abren de par en par.
  • Hols le habla de los lobos blancos y el gigante le da un nombre, el responsable, que luego será de vital importancia. En ese momento el gigante se duele de algo, parece que tiene una espina clavada en el hombro izquierdo. Hols se ofrece a quitársela y, a pesar del escepticismo del coloso (“No podrás. Eres demasiado pequeño. No tienes bastante fuerza”; “De todos modos lo intentaré”, responde Hols), en cuestión de segundos, acompañado por los primeros acordes de una nueva pieza musical, más limpia, más colorida que la anterior, de tintes épicos, escala sus miembros rocosos hasta alcanzar la cima del hombro. La espina resulta ser una espada profundamente incrustada.
  • No sin esfuerzo, Hols consigue sacar la espada. Una gran hoja petrificada. El gigante le revela que la que tiene entre las manos no es una espada cualquiera, se trata de la Espada del Sol. Alentado por el entusiasmo, Hols desciende por las paredes rocosas del coloso y corre a probar el filo contra el tronco de un árbol. El golpe resulta inútil y fatal, y Hols cae al suelo por el impulso, sin hacer mella siquiera en el árbol. El gigante se ríe, y le anuncia una extraña profecía: “Si algún día consigues afilarla y aprendes a usarla con destreza, te prometo que yo, Mogri, me convertiré en tu humilde servidor. Y eso no es todo: ¡Todos los pueblos se arrodillarán ante ti, el Príncipe del Sol!”. Esta última línea viene acompañada por el título, que aparece impreso sobre un plano medio de Hols sosteniendo la espada entre sus manos, y una nueva melodía triunfal. El cielo azul y limpio se abre sobre un Hols recorriendo un prado verde, blandiendo la espada de sol sobre su cabeza. Un coro de voces canta: “Vete, corre, Hols, hacia un mañana resplandeciente”. Comienzan los créditos.

Tercera parte: 40 años de Horus.

Con este post pretendo matar dos pájaros de un tiro: por un lado, comenzar la serie Nostalgia, que no podía empezar de mejor manera. Por otro, entrar a tiempo para celebrar el cuarenta aniversario de este título, que se estrenó allá por el 1968. Mucho se puede decir de Horus, así que seguiré hablando de él en los próximos dos meses, tal y como hice con Royal space force.

La secuencia descrita en la primera parte dura escasamente un minuto y cuarenta y cinco segundos. Cada número equivale a un plano, siendo el más largo el primero, de unos diecisiete segundos; el resto, apenas unos segundos. Viéndola, cuesta creer que soporte ya cuatro décadas. Es poderosa, arrolladora, fulminante… Pura acción. Haciendo un breve repaso mental, no encuentro rastro de nada parecido en ninguno de los largometrajes nipones que precedieron a Horus: ni en Hakujaden, ni en Saiyu-ki, Shonen Sarutobi, Anju, Sinbad, Wan Wan Chushingura… ni tan siquiera en Wanpaku, la que más se le acerca en el tiempo y también en calidad, y con la que comparte no pocas cosas, como ya se indicará. Simplemente, Horus no tiene rival entre sus antecesores, ni en cuanto a la calidad de la animación, que aguanta extraordinariamente bien el tiempo, ni tampoco en su planificación: medida al detalle, dinámica, vigorosa, arrebatadora, precisa, exacta… Una lección, que no hace sino agigantar la figura de un director polivalente, proteico y genial como es Takahata. Podrá quedar la técnica superada, pero la exhibición del montaje de la escena inicial aún está por encontrar su horma. Me parece éste el inicio más glorioso de la historia del anime y uno de los grandes momentos de la historia de la animación, y así ha pervivido en mi cabeza y en mi retina a lo largo de los años, hasta que por fin he vuelto a reencontrarme con él; y lo más difícil, no sólo no me ha decepcionado ni un ápice, sino que ha superado con creces mis recuerdos y mis expectativas.