domingo, 16 de septiembre de 2012

ROBERT MORGAN




Bobby Yeah se pasea por todos los festivales del mundo y nos pone los dientes largos hasta el día que podamos echarle el guante. Me parece un buen momento para desempolvar el dvd con las "obras completas" de Robert Morgan y dedicarle unos minutos:

Paranoid fue su primer trabajo, un corto rodado con escasos medios cuando Robert aún estaba aprendiendo a batirse el cobre con esto del stop-motion. Su valor es puramemte testimonial, permite adivinar en buena medida lo que será su siguiente trabajo. Con él comparte un personaje de apariencia monstruosa, un espacio cerrado, un atmósfera opresiva, iluminación disminuida, símbolos grotescos... Un poco recio, silvestre. 


The man in the lower left hand corner of the photograph es harina de otro costal.  Es su primer trabajo de peso, y para mi gusto el mejor de ellos. Se me antoja difícil renunciar a la consabida comparación con los hermanos Quay y con el Lynch de Cabeza borradora, pero tampoco puedo olvidar de camino otros títulos que han sacado a relucir un tipo de stop-motion antropomorfo muy particular, aquellos que hacen gala de un cierto "realismo sucio". Por "realismo" no entiendo una elección narrativa sino estética. Se trata de retratar a las personas y a los objetos en toda la miseria de su cotidianeidad: alfombras sucias, paredes desconchadas, chaquetas raídas, rostros renegridos... Todo ello casi siempre enclavado en una atmósfera sombría y deprimente. De un lado tenemos ese realismo sucio que además es social y doméstico en los primeros trabajos de Suzie Templeton: Dog y Stanley, muy alejados en tono y aliento de su hermosísimo Peter and the wolf.  De otro, Solo duets de Joseph Feltus (un "velado" homenaje a los hermanos Quay), más próximo en el sentir al trabajo de Morgan aunque un poco más cerebral y menos monstruoso. No quiero cerrar el párrafo sin aludir al corto con el que a mi paracer The man guarda más similitudes, y no es otro que el videoclip Prison sex del grupo Tool. Creo que el lector podrá apreciar las similitudes entre ambos sin mucho esfuerzo, así que nos vamos a ahorrar la labor de destacarlas.

Por lo demás, The man puede remitirnos a los Quay erróneamente por la elaboración de una atmósfera onírica engañosa, es decir, bien podría ser que nos encontrásemos en una pesadilla malsana, pero no debemos obviar el hecho de que la narración, al contrario que en los sueños (y en los cortos de los Quay) es bastante lineal e inteligible; parece haber un cierto motivo detrás de todo, o al menos una lógica a descubrir. Como yuxtaposición de imágenes (que al fin eso es el cine) es bastante sencilla, no se perciben saltos de continuidad, ni espacial ni cronológica y, lo más importante, es una historia conducida por un personaje en torno al que gravita toda la acción; eso nunca pasa en los Quay. También se presta atención a algunos objetos extravagantes, como el cuadro que da título al corto, pero este hecho no ofrece una base consistente como para ir mucho más en la comparación entre el trabajos de ambos. 



Brillan las formas orgánicas, ya sean vivas (la larva) o muertas (el trozo de carne). El corto destila a veces una fuerte fragancia corporal, carnosa, y ello nos puede conducir a Svankmajer, incluso más que a los Quay. En cualquier caso, la presencia de un protagonista, con todas las letras, pone demasiado tierra de por medio entre Morgan y el director checo, más allá del espacio cerrado y opresivo en el que transcurre todo (y el papel que decora las paredes de la habitación -ver Light and darkness-).

Creo que The man bebe bastante de Cabeza borradora. La mutación está presente en ambos -y en Cronenberg-, el sexo monstruoso, la miseria del espacio doméstico transfigurada por el horror, la pareja, el uso del sonido descontextualizado como generador de desconcierto, de extrañeza... El siniestro contrapunto de una alegre canción ligera -recordemos el inicio de Terciopelo azul-. A veces Morgan se detiene unos segundos en detalles del entorno: una textura en el suelo, un detalle en la pared, una larva que se returce unos segundos en un cajón abierto, un gramófono que no deja de girar... A veces nos asalta con esos ruidos que salen de la nada. La narración queda así interrumpida bruscamente. Esto hace que resulte más difícil aclimatarse al flujo de los acontecimientos. Funciona la técnica como una especie de montaje analítico sin aparente propósito y encutrecido. Aporta esa cualidad onírica al relato y nos escamotea delante de nuestras propias narices el sentido de una historia por lo demás bastante sencilla. 


 The separation continúa con el stop-motion aunque en esta ocasión estamos ante un trabajo menos sombrío y bastante más moderado. Pervive aún un cierto conato de provocación bastante suavizado. Técnicamente está mucho más conseguido que The man aunque carece del impacto de éste. Demasiado pulcro, demasiado tímido en comparación. Se me antoja este un intento de contar una historia con un cierto subtexto en clave alegórica. El final es abierto y un tanto críptico. No obstante sigue siendo un buen trabajo en su categoría. Guarda una cierta similutud temática con Solo duets, aunque el de Morgan es, ya lo hemos dicho, menos sutil y más descarnado. 




The cat with hands marca un punto con retorno (ya lo veremos) en la trayectoria de Morgan. Introduce por primera vez actores y mezcla imagen real con stop-motion. Es un corto bastante más breve que los anteriores. Maneja un sencilla anécdota en forma de leyenda que expone al principio de la historia uno de los personajes. Estamos aquí ante una obra de terror en el sentido más clásico, ya que en las anteriores esta adhesión era un poco bastarda. Morgan se despoja de los remilgos y de las técnicas del desconcierto y va directo al grano. El final es diáfano y cerrado y no deja lugar a la interpretación. Un buen corto de terror. 


Monsters está rodado enteramente con actores reales. Si bien The cat with hands destacaba por la sencillez del planteamiento, aquí Morgan recupera de nuevo el gusto por el tono onírico y ofrece un estallido de violencia ausente en su trayectoria hasta ahora. Hay una escena en particular que destaca por encima del resto, y es aquella en la que un individuo armado con un hacha irrumpe en la habitación del protagonista. Más allá de la violencia desmedida, grotesca, casi cómica, merece el hincapié la forma en que está rodada. Una especial habilidad para retratar el momento desde un ópitica irreal (encuadres, colores, distorsión de la imagen...) que hace que resulte difícil de olvidar. El final es de nuevo un poco ambigüo, casi vago. Globalmente Monsters me pareció un poco descafeinada y tal vez el trabajo menos logrado de Morgan. No tengo del todo claro que supiera hacia dónde iba con la idea en cuestión. 


Y así llegamos a Bobby yeah. El trailer y las reseñas de los festivales parecen dejar bastante claro que el autor vuelve por sus fueros con más fuerza que nunca. Todo indica que el nuevo trabajo está en la onda de The man elevada a la enésima potencia. Habrá que esperar, seguro que merece la pena.