miércoles, 28 de octubre de 2009

GOFMANIADA

Se explica en Animastya que Gofmaniada es un largometraje stop-motion basado en los cuentos de E.T.A Hoffman que verá la luz en un futuro indefinido. El largo, producido por Soyuzmultfilm, comenzó su andadura en el 2001, y estuvo a punto de zozobrar debido a la falta de inversores que respaldaran el proyecto. Veinte minutos del total de la cinta se llegaron a rodar con la esperanza de reunir fondos para terminarlo. Parece ser que recibieron una ayuda económica del gobierno ruso y... Bueno, poco más se sabe por ahora. Sinopsis al canto: " The feature film centers upon the fate of writer E.T.A. Hoffmann as he lives through a deep internal drama - the discrepancy between imagination and reality. Departing from the cruelty and greed of the surrounding world, he is reincarnated in his characters, who manage to triumph over evil. The first part reflects vivid scenes from the childhood and youth of E.T.A. Hoffmann. Overcoming childhood fears about the Sandman, a terrible old woman, and the failure of first love, he finds solace in a fantasy world, where he is patronized by good wizards, and dreams a beautiful image of his beloved ".
Visto lo visto, Gofmaniada me recordó a Big underground ball de Stanislav Sokolov, a Cabaret de Ideya Garanina, a The Periwig-maker, El sueño de una noche de verano de Trnka y también, cómo no, a La novia es un cadáver. Os dejo unas capturas y un enlace para ver y/o descargar los 20 minutos de metraje.

UNA RECOMENDACION

¿Qué tenemos si mezclamos Cardcaptor Sakura con el lado más salvaje y alucinógeno de Evangelion? Una serie de cuatro episodios basada en un manga que responde al nombre de Alien 9. Empieza pintando como un Maho shojo (Magical girls) y termina como el rosario de la aurora. A los que quieran ver algo raro y extravagante pero extrañamente familiar les gustará.

lunes, 19 de octubre de 2009

CHAMBER OF FEAR

Si te gusta el balonceto, las películas "de chinos" (léase kung fu) y el cine de animación, regocíjate porque estás de enhorabuena. Allá por el 2004 Nike produjo un anuncio protagonizado por Lebron James que conjugaba todos estos elementos. El primer dato llamativo es que el trabajo parece claramente inspirado en Game of death de Bruce Lee. El segundo es que tres fragmentos del anuncio corrieron a cargo del estudio 4º C y fueron dirigidos por sendos pesos pesados del cine de animación japonés. Tatsuyuki Tanaka, cuyo trabajo más reciente es "Toujin kit" en Genius party beyond, dirigió "Temptation", el gran Koji Morimoto le siguió con "Complacency" y Sinchiro Watanabe se unió con "Self doubt". Muy divertido. Vía: Catsuka (pinchad en la imagen para ver el vídeo).

sábado, 17 de octubre de 2009

PANIQUE AU VILLAGE

Los cuatro gatos que asistimos a la proyección de Panique au village nos lo pasamos como enanos. No conocía prácticamente nada de la serie original, así que todo aquello me pilló un poco por sorpresa, aunque debo decir que el teaser que encontré en la página del festival me animó a comprar una entrada (lo contrario también ocurrió en más de una ocasión) y que no me arrepentí en absoluto. En una breve sesión de preguntas tras la proyección, los autores explicaron que el concepto de la serie nace de su aficción a visitar el mercado en busca de muñecos como los que podemos ver en la serie, y también de la popularidad del western en Bélgica. Ese fue el punto de partida. De ahí se pasó a la serie de televisión y, después de unos años, el salto a la gran pantalla. Revelan los autores que el proceso de producción fue especialmente largo y laborioso. Dos años se invirtieron en la creación de los escenarios y de los objetos. Los muñecos usados para Panique au village no son, al contario de lo que pueda parecer en un principio, articulados. La animación se consigue sustiyendo, de una toma a otra, la figura del personaje en cuestión por otra de idéntica apariencia pero en una postura diferente. Esto obliga a crear una gran cantidad de versiones de un mismo personaje. Según los autores, la cifra alcanzó los 1.500 muñecos (no pude evitar recordar The new gulliver). Creo que la laboriosidad y la enorme paciencia necesaria para sacar adelante semejante proyecto están fuera de toda duda. Lo que más me llamó la atención fue el tiempo invertido en el guión. He leído que fueron tres años, pero juraría que allí en vivo dijeron seis. En cualquier caso, es poco frecuente que se dedique tanto tiempo a la escritura en un largometraje de animación. Raro caso este en que los autores son conscientes de la necesidad de estudiar cuidadosamente la narración, la mejor forma de contar una historia, cuando se pasa del formato episódico al de la narración larga (y cuando no se pasa también, el largo es un terreno especialmente difícil en la animación). He leído varios comentarios que acusan a la cinta de ser excesivamente larga o simplemente incapaz de mantener el interés durante todo el metraje, sugiriendo que la historia no daba para un largo. Debo decir que en ningún momento tuve esa impresión. Por supuesto, es una apreciación muy subjetiva, pero me pareció una película muy bien llevada, y prueba de ello es que se alzara con el premio de mejor largo animado infantil en Sitges. Se distingue una primera parte que surge de una anécdota que crece poco a poco hasta alcanzar dimensiones surrealistas (como en la serie, dicen los que la han visto), y una segunda que nace de la primera y la enriquece, que vira hacia el cine de aventuras con toques de cifi serie B (esos científicos forzudos del robot pingüino son impagables), pero que no por ello se aleja de ese humor absurdo, absolutamente blanco, fresco y afable, que rezuma cada segundo de Panique au village. Ese humor troglodita pero infensivo, basado en lo imprevisible y en lo irreal, patrimonio de la infancia, que tiene algo (o mucho) de teatro del absurdo (Ionesco, Jarry, Arrabal...) es, en mi opinión, la seña de identidad de la cinta y lo que la distancia y la eleva sobre la mayoría de sus contemporáneos, y todo ello sin renunciar a su vocación de divertimento, a su manera sofisticado, con vocación familiar. Sucede a menudo en la ficción (especialmente la animada) que lo absurdo suele convertirse en la puerta de entrada de lo grotesco, de lo vulgar y del mal gusto. No es este el caso. Hay que reconocer que estos belgas hilan muy fino y que se han ganado un lugar en mi videoteca, en mi memoria y en mi corazón. Para gente despierta y para aquellos que quieran volver a sentirse ingenuos. Tres hurras por el humor limpio y sin dobleces. ¡Seamos indios y vaqueros!

jueves, 15 de octubre de 2009

KING OF THORN

Me entero gracias a Protoones de que King of thorn está basado en un manga (de varios volúmenes) y el dato me alivia porque, a decir verdad, no entendí la parte final demasiado bien. Me pasa a menudo con este tipo de historias, en las que se mezcla realidad y ficción, que no suelo enterarme de mucho, y nunca tengo muy claro si es que el guión es demasiado confuso y descuidado o es que simplemente soy tonto del ojete. El diseño de personajes de King of thorn parece anclado en los noventa y la animación es más propia de un OVA o incluso de una serie de TV que de un largometraje. Los vehículos y algunos elementos de los escenarios están generados por ordenador, aunque, más que objetos animados por ordenador, sería más apropiado decir que están revestidos de texturas generadas mediante el mismo. En cualquier caso, estos vehículos (camiones, autobuses, helicópteros...) no lucen demasiado bien. Hay un segundo uso para esta técnica, mucho más profundo y con mayor presencia, durante las escenas de acción, en las que los personajes, animados la mayor parte del tiempo de manera tradicional (cell animation), pasan de nuevo a la dimensión informática pero, al contrario que sucede con los dos últimos Appleseed o con Vexille, la animación no tiende hacia el realismo, sino que mantiene la estética anime tradicional (especialmente aplicada al registro expresivo de los rostros), resultando a veces difícil distinguir cuándo estamos viendo cell animation y cuándo CGI. Algo parecido se había visto ya en algunos cortos, series y en el largometraje Film noir. El programa de Sitges describe King of thorn como un cruce entre Aliens y Perdidos. "Flaco favor", pienso, cada vez que se recurre a un cruce de referencias para describir una obra. En cualquier caso, el concepto me recuerda vagamente al de Planeta Prohibido (la capacidad de la mente para alterar el mundo material) y a La amenaza de Andrómeda (sobre todo el flashback en el pueblo devastado en el que encuentran a la niña y a su extraña mascota) .Hay una primera parte en la historia concebida como un documental. Una vez puestos en situación y esbozada levemente la trama y los personajes principales, la acción da un salto de gigante y nos arroja in media res (mediante una escena que me recordó bastante a la serie Blue gender: insectos caníbales, cápsulas criogenizadoras y salto temporal hacia el futuro) en una situación que no llegaremos a entender plenamente hasta el final. He aquí la gracia: todo avanza combinando escenas de acción (bien resueltas, entretenidas) con una serie de flashbacks que arrojan luz paulatinamente sobre una trama llena de secretos, equívocos y de incógnitas, en la que nadie ni nada (sobre todo nada) es lo que parece ser. El tramo final de King of thorn es el más caótico pero también el más frenético y vibrante. Un desenlace con una gran revelación catapultada a lomos de un final apocalíptico, con algún momento a medio camino entre lo onírico y lo metafísico, muy The end of evangelion o de sus capítulos 25 y 26, y con la figura ya clásica en el manganime del adolescente incapacitado, durmiente, físicamente lastrado pero poseedor de unos poderes mesiánicos capaces de sacudir los cimientos de la humanidad entera; algo de lo que Otomo ha sabido sacar bastante provecho. Bonita banda sonora. Entrenida, emotiva y recomendable para pasar un buen rato (inteligible o no).

miércoles, 14 de octubre de 2009

DVD: Chibikko Remi to meiken Capi, Sora tobu yûreisen, Anju to zushio-maru

Copio y pego de la nota de Divisa: Basada en la popular novela de Héctor Malot del mismo nombre, Yugo Serikawa, uno de los directores de la serie “Mazinger Z”, creó un film lleno de aventuras y emociones que sentó las bases sobre las que desarrollaría 6 años más tarde la serie “Marco”.

En LA NAVE FANTASMA, largometraje que dirigió Hiroshi Ikeda dos años antes de “La isla del tesoro”, colaboró el genio Hayao Miyazaki (“El viaje de Chihiro”, “La princesa Mononoke”) creando los diseños y la animación del robot gigante.

Estilizada adaptación del cuento clásico “El intendente Sansho” —que ya había filmado Kenji Mizoguchi en 1954— que los genios Taiji Yabushita (“Simbad, el marino”) y Yugo Serikawa (“Sin familia”) convirtieron en un fascinante relato para todos los públicos.

Y añado Robotech, que ya está en la calle en 21 entregas quincenales a 9.95 c/u.
De nuevo Divisa nos trae buenas noticias recuperando el catálogo de Toei. Tres largometrajes prácticamente inéditos fuera de Japón. A destacar Anju to zushio-maru (Las aventuras de Robin), una pieza extraña por su tono un tanto inclasificable dentro del contexto en el que nace, una obra no demasiado apropiada para el público infantil, pero digna de ver. No deja de sorprender que Divisa haya abandonado el formato con el que empezó la colección de clásicos del anime y se haya pasado al kid-box, que es un formato poco atractivo para los potenciales compradores (me temo que adultos y/o adolescentes en su mayoría). Al menos salimos ganando en algo, el precio de salida baja de 11.95 a 9.95.

martes, 13 de octubre de 2009

IN THE ATTIC OR WHO HAS A BIRTHDAY TODAY?

El gran aporte de Jan Svankmajer, al margen de su obra cinematográfica, ha sido el de constituirse, involuntariamente, no ya sólo en el puente perfecto entre el cine checo moderno y su extraordinaria nómina de animadores clásicos, verdadero orgullo y tesoro de incalculabe valor de la cinematografía mundial (Karel Zeman, Hermina Tyrlova y Jiri Trnka), sino también el de haber arrojado un robusto brazo de ardiente luz sobre otros cineastas, otros animadores, cuyo trabajo jamás habría trascendido las fronteras de su país si no no hubiera sido asociado al nombre de Svankmajer. No sólo lleva su nombre varias décadas brotando de los labios de los connaisseurs del cine de animación, sino que además ha captado la atención de artistas tan diversos (aunque de una sensibilidad ciertamente próxima) como Terry Gilliam, Grant Morrison o los hermanos Quay (aunque, al contrario de lo que se suele decir, los últimos deben más a Jan Lenica o a Waleryan Borrowczyk que al checo). Ha sido gracias a él, a su particular concepción del stop motion y a su aliento inequívocamente surrealista, factores que convergen en el estudio exhaustivo y alucinado de la vida de los objetos (moderno, pero profundamente clásico, pues ya Hermina Tyrlova se decida a animar objetos, así como Wladyslaw Starewicz hace lo propio con insectos), que muchos han vuelto la vista al cine checo y, al rastrear los antecedentes de Svankmajer, han descubierto la gruta subterránea que conduce al tesoro de los clásicos checos. Jiri Barta es uno de esos cineastas que han salido felizmente beneficiados por los efectos colaterales que la fama de Svankmajer ha traído. La obra de Barta se desarrolla principalmente durante el periodo del régimen comunista. Una vez concluido éste, sorprendentemente, su producción se frena en seco; algo similar le ocurrirá también a Yuri Norstein. Contemporáneo de Svankmajer, su producción es menos prolífica pero más ecléctica. Comparten el gusto por los objetos (sería un bonito tema de estudio el surrealismo en la Europa del Este aplicado a su cine de animación, principalmente Polonia, República Checa y la extinta U.R.S.S.), un uso muy particular del sonido (acentuado, magnificado, casi siempre aplicado a los objetos o las funciones más primitivas del cuerpo, a las necesidades físicas, comer y beber, sobre todo) y los espacios sórdidos y desangelados como escenarios para sus historias. No obstante, en Barta hay cierto humor naive y un componente irónico prácticamente inédito en Svankmajer (que a menudo peca de solemne), que terminan por desembocar en un cierto optimismo en sus historias o, como mínimo, en una pincelada de humor blanco absolutamente sincero y generoso, desprovisto de la gravedad que a veces lastra a su compañero. No es este el lugar ni el mejor momento para un comentario pormenorizado de la obra de Barta. Todo sus cortos son recomendables, pero personalmente me inclino por Zaniklý svet rukavic (The vanished world of gloves, 1982), tal vez el mejor y, desde luego, el más original e ingenioso, y por Klub odlozenych (The club of the laid off, 1989), el más llamativo y divertido. Sin embargo, es en el terreno del largo en el que Barta brilla con potentísma y personalísima luz; y he aquí lo más sorprendente, pues, hasta In the attic, solamente había rodado un largometraje. Krysar (1986), así se llama su primer largo, es con todo derecho una obra de culto del cine de animación. En este aspecto, la obra de Barta no tiene absolutamente nada que envidiar a la de Svankmajer. Krysar, una reescritura de El flautista de Hamelin, es un trabajo que oscila entre los grotesco y lo fascinante, entre el impulsivo gruñido cavernícola y la primorosa precisión de la miniatura tallada en madera. Un cuento mudo que reverbera con los ecos expresionistas de El ganibete del doctor Galigari y las formas de la mejor escuela de animación eslava. Su apariencia, decididamente feísta y bizarra; sus modales, rabiosamente vanguardistas y grotescos; su corazón, el de cuento moralizante con moraleja sádica y cruel. Después Barta se embarcó en un nuevo proyecto, su segundo largometraje, basado en la figura mítica del Golem. La falta de fondos lo obligó a abandonarlo. Todo quedó en una especie de trailer de escasos seis minutos que sólo sirve para ponernos los dientes largos. Es imposible emitir un juicio basándose en tan escaso material, pero, a juzgar por lo que se ve, queda claro, como mínimo, que The golem tenía visos de estar destinado a convertirse en otro hito de la animación, por encima incluso de Krysar (fotograma bajo estas líneas). Y así llegamos a Na pude aneb Kdo má dneska narozeniny? (In the Attic or Who Has a Birthday Today?, 2009), su segundo y hasta la fecha último largo. Una obra bastante más convencional, "comercial", dirigida al público infantil. Y a luz de esta última frase, que no es una apreciación personal sino un resumen aproximado de la sinopsis ofrecida en el programa de Sitges, uno no puede, una vez vista la película, sino asombrarse un poco y notar cuán alejadas están las sensibilidades de dos audiencias (Este/Oeste) educadas en un culturas y tradiciones cinematográficas distintas. Lo primero que pensé era que difícilmente In the attic puede considerarse un producto comercial, no al menos como se entiende por estos lares, es decir, diseñado para funcionar en la taquilla. Me cuesta imaginar el largo de Barta estrenándose en los cines de centro Europa y Europa del Este y a las familias acudiendo en masa para verlo; dejo fuera de la cuestión el Oeste de Europa, porque está claro que aquí será ("sería" es más correcto) carne de festivales y de filmoteca. Pero esto es sólo un prejuicio, es probable que me equivoque de cabo a rabo, al fin y al cabo, tampoco hay demasiadas diferencias entre esta cinta y la Coraline de Selik (no al menos en cuanto al espíritu). Para mí, In the attic no deja de ser un producto nostálgico y marginal, que sólo por su guión puede aspirar a la categoría de cine infantil y, por ende, tal y como se entiende hoy en día este sintagma, comercial. Por eso me cuesta entender que The golem no encontrara los fondos necesarios para ver la luz y que, sin embargo, lo haya hecho este largo amparado en la inversíomil coartada de su viabilidad comercial (infantil, de nuevo). Y salto de aquí al punto más conflictivo: el guión. (Fotograma de The golem bajo estas líneas). O tal vez debería decir la forma de contar la historia. ¿Estamos realmente preparados para entender la comedia y el humor eslavo? "¿No me río porque no lo entiendo o simplemente porque no tiene ninguna gracia?", era una pregunta que no dejaba de hacerme durante la proyección. Creo que es Robert McKee en su libro El guión quien afirma que los alemanes carecen de humor y que por eso nunca han destacado en la comedia. Sea cierto o no, lo que es innegable es que desde Fritzlang hasta Tarkovski pasando por Bergman, Bela Tarr o Herzog, por citar lo primero que se me viene a la cabeza, el cine de Europa del Este (o a partir de Alemania), no ha destacado por el cultivo de la comedia sino más bien todo lo contrario, el drama más desgarrado y descarnado. Trágicos son también la mayoría de los grandes escritores rusos que han cruzado con mayor éxito nuestras fronteras y, en el terreno de la animación, aunque es cierto que mi generación fue expuesta a una buena dosis de animación del Este, no menos lo es que los recuerdos más profundos e indelebles de aquella época están jalonados de historias de corte nostálgico; las carcajadas venían casi siempre de otros lares. Ivan Maximov puede resultar cómico, pero se debe más al sentimiento de estrañeza que despierta en el espectador que al humor y la gracia entendidos desde una perspectiva más latina. In the attic no deja de ser una comedia de aventuras destinada a los más pequeños, como lo pueda ser, a su manera, Toy Story; pero mientras ésta bebe de una tradición cómica de sobra conocida para nosotros, que arranca en el cine mudo del gag, continúa con Disney y los clásicos de la animación y se alimenta también de las formidables aventuras para toda la familia de los ochenta (Regreso al futuro, Los goonies, Gremlins, E.T., El chip prodigioso...), In the attic tiene otros referentes prácticamente desconocidos para el público occidental: George Pal, Aleksander Ptushko, Karel Zeman, Jiri Trnka... De ahí que no me quede demasiado claro que si estamos ante un problema de cultura cinematográfica o, mucho más profundo, de cultura vital (me inclino por ésta). Y después de este (innecesario) introito... Pues, por un lado, la animación de In the attic no luce demasiado brillante para el ojo familiarizado con la animación eslava. Correcta, incluso pobre a veces, pero poco más; inferior, por ejemplo, a los Fimfarum o a One night in one city, por no hablar de El sueño de una noche de verano de Trnka, que sigue sin tener parangón en esto del stop motion en cuanto a suntuosidad y virtuosismo técnico. Para el ojo no familiarizado, sin duda resulta curioso ver todos esos objetos en plena efervescencia psicomotriz. A destacar el elenco de protagonistas, variopinto y sospechoso donde los haya: un primo lejano de Mr. Potato, un ratón con unas orejas prestadas de Mickey Mouse, un oso que bien podría ser un trasunto de Paddington Bear o Winnie the pooh (o el osito Misha, bien es sabido que el oso es un animal muy presente en la cultura rusa, que se lo pregunten si no a Putin), una muñeca de rizos rubios no muy diferente de la Alicia de Svankmajer, o una marioneta de corte quijotesco conocida como "Mr. Handsome" y que está sacada directamente del personaje de Mefisto en el Fausto de, de nuevo, Svankmajer. La película introduce algunos personajes de carne y hueso (además del villano, una cabeza untada en betún que de nuevo me trajo a la mente algunos fotogramas de Svankmajer, tal vez Fausto) que, si bien no llegan a interactuar con los protagonistas animados (el mundo "mágico" y el "real" nunca llegan a la intersección, quedándose todo en la mera tangencia, leitmotiv y recurso de un buen puñado de películas infantiles), sí que ejercen una cierta influencia indirecta sobre ellos. Esta mezcla de real y animado es casi tan vieja como el cine de animación eslavo, y puede rastrearse en títulos tan tempranos como The new gullliver y The golden key, ambos de Ptushko, o The emperor and the nightingale de Trnka. Debo decir que In the attic me resultó aburrida. No tardé en perder el interés por una historia que ni me iba ni me venía, con un desarrollo que me resultó un tanto caótico y sincopado, falto de golpes y de giros. Del conjunto, rescato un par de detalles: dos escenas, con conato de número musical incluido, que por un momento me hicieron recordar al Barta de The club of the laid off en la medida en que recreaban una fiesta desenfada y grotesca (con tufillo a Pesadilla antes de navidad); y un par de detalles de indiscutible artesanía y altura poética: el primero, unas sábanas viejas y arrugadas para recrear el flujo de un río que se desborda (el agua es siempre un elemento particularmente difícil de animar), el segundo, mejor, unas almohadas que flotan suspendidas como si fueran nubes y que derraman las plumas de su vientre como si de nieve cayendo se tratara. Hermoso.

lunes, 12 de octubre de 2009

METROPIA

Creo que lo peor que puede decirse de un largometraje de animación es que, si se hubiera rodado en imagen real, el resultado hubiera sido el mismo. Esto justo lo que pasa con Metropia. "La belleza es una carta de presentación que nos gana los corazones de antemano", escribe Schopenhauer. Metropia se ganó, si no nuestro corazón, sí al menos nuestra atención, por su peculiar estética: por un lado, esos rostros de rasgos sabiamente manipulados, que resultan un 95 % humanos. Ese 5 % restante, el de la diferencia, despierta una sensación a medio camino entre el rechazo y la repugnancia, porque nos dice que lo que vemos no es del todo humano, sino una imitación perversa y grotesca que se vale de unos ojos desorbitadamente grandes para hipnotizarnos y recrear la ilusión de humanidad (de nuevo los ojos como recurso expresivo predominante, como en Madame Tulip, aunque bastante distante en cuanto al tono y al resultado). Por otro lado, la peculiar técnica de animación, que parece ser el resultado de rodar a los actores y después, previa manipulación digital de las proporciones del cuerpo, animar el rostro, las extremidades y el torso de manera independiente para recrear la técnica de animación de siluetas (cut-out). Protoones lo explica mejor: "El proceso consiste en fotografiar personas reales, modificarlas digitalmente, descomponerlas en piezas y animarlas como si se tratara de animación cut-out. La estética, con rostros de facciones acentuadas y con ambientes oscuros, consigue además mostrarnos de forma acertada este futuro opresivo". La técnica resulta novedosa aunque remotamente familiar, pues la distorsión de los rasgos humanos a partir de la imagen real no es algo del todo novedoso, recuerdo el videoclip de Moby, Dream about me, que hace lo propio con un gatito, Aerials, de System of a down, o aquel anuncio para Playstation de hace unos años en el que aparecía una chica con trenzas que tenía unos ojos anormalmente grandes. Sea como fuere, le resultado es bastante llamativo y resume muy bien una de las dos bazas técnicas de Metropia desde el punto de vista de la animación: la distorsión/ acentuación de los rasgos faciales y de las proporciones del cuerpo; cabeza demasiado grande en comparación con el resto del cuerpo, y ojos demasiado grandes en comparación con el rostro. La segunda baza es la animación de la figura humana, que imita la animación de recortables. El resultado en su conjunto es bastante desconcertante. Los rostros son escasamente expresivos y desaprovechan por completo las posibilidades dramáticas que la exageración de los rasgos faciales ofrece; sea porque el director haya optado por la inexpresividad o bien porque no se ha sabido sacar el debido rendimiento, lo cierto es que resulta bastante difícil identificarse y sentir la más mínima empatía por unos personajes que apenas transmiten emociones mediante el lenguaje no verbal (corporal, facial...), tan importante en el cine de animación (una animación siempre podrá ser infinitamente más expresiva que un actor de carne y hueso por el simple hecho de que no comparte sus limitaciones físicas). La imposibiliadad de identificarse con el protagonista aniquila por completo el interés del espectador. Es un recurso más pertinente en el cine experimental, y no parece que Metropia entre en esta categoría, ya que de haberlo hecho no se habría montado una historia tan rebuscada y difícil de creer (todo el leitmotiv del champú resulta bastante difícil de creer, del todo cómico). El argumento, un enésimo refrito de la distopia orwelliana, es débil y famélico, y su desarrollo peca de simplismo; huérfano de contundencia y complejidad, el engendro muere a los pocos minutos. Sencillamente, Metropia aburre. Sólo una cosa destaca, y es la atmósfera sucia y gris, fruto de una buena combinación de la fotografía y la manipulación digital para los escenarios. Para fanáticos de la animación y/o ciencia ficción distópica.

viernes, 9 de octubre de 2009

9

Originalmente, 9 fue un corto de 11 minutos dirigido por Shane Acker en 2005. Al contratrio que la mayoría de los cortometrajes de animación, que suelen desarrollar historias autoconclusivas bastante cerradas, meras anécdotas la mayoría de las veces, 9 contaba con un trasfondo épico bastante goloso, que invitaba al espectador a especular sobre el origen del mundo postapocalíptico que desplegaba; era evidente que allí había mucho que contar. Esta fue probablemente una de las razones por las que Tim Burton se fijó en él. La otra, es más que probable, tiene que ver con esa estética de fábula siniestra, no muy lejos de lo ya visto en Pesadilla antes de navidad y, por ende, en todo el imaginario del director de Eduardo Manostijeras. Visto el largometraje, resulta evidente que estamos ante una obra que presume de músculo y carece de seso. En otras palabras, se ha hecho énfasis en el fantástico diseño de producción y en la animación, sembrada de vibrantes escenas de acción, en detrimento del guión, tal vez lo menos importante en un cortometraje de animación, pero sin duda lo más importante en un largo. Hay un comienzo in media res que sólo hallará continuidad y la pertinente explicación casi al final. Después pasamos a un brevísimo desarrollo y presentación de los personajes y de la trama, el nudo (presentación-nudo-desenlace) propiamente dicho, parte tan importante o más que las otras dos, pero que aquí es ventilada en escasos minutos, como si no fuera importante, como si la coherencia, la verosimilitud y la consistencia de la historia fueran poca cosa, y de ahí, una vez hechas las presentaciones, se pasa al tortazo limpio, esto es, monstruo-persecución-tensión-falso final-más monstruo-más persecución... Todo de corrido , casi sin respirar; es como terminar una historia de aventuras con una lucha final, sólo que aquí la lucha ocupa el sesenta por ciento del metraje; algo así como el final infinito de Steamboy o la persecución interminable de Apocalipto, películas que nunca "terminan de terminar". Las posibilidadades argumentales de aquel corto titulado 9 del 2005 eran grandes pero, visto el resultado, uno no puede evitar la impresión de que se ha tirado todo por la borda y de que el concepto podría haber dado muchísimo más de sí. Un mérito hay que reconocerle a 9, y es el haber introducido la épica y el drama (sobre todo el segundo) en el panorama mainstream de la animación americana, que comienza a saturarnos con sus continuas reinterpretaciones de la comedia. Con todo, una peli entretenida. Merece la pena.

lunes, 5 de octubre de 2009

MUSASHI: THE DREAM OF THE LAST SAMURAI

Creo que casi todos los que estábamos en la sala nos esperábamos un chambara en toda regla con un muñegote ataviado con el rictus de Toshiro Mifune rebanando a diestro y siniestro y haciendo saltar chorros de sangre por doquier; una sacrosanta carnicería de espadachines nipones. Pero pronto quedó claro que la cosa no tenía visos de ir en esa dirección. La película abre con una breve secuencia animada a la manera del cine mudo, que narra el célebre combate de Miyamoto con Kojiro Sasaki, un duelo que a la postre haría célebre al primero. A partir de ahí, la obra despliega su verdadera naturaleza, que no es otra que la de un docudrama animado o un documental dramatizado de animación (sic). Las secuencias de combate (las que todos veníamos buscando) son sin duda las más espectaculares, aunque debe decirse que, desde el punto de vista de la animación, no son gran cosa, se trata de un trabajo correcto, sin estridencias, sin piruetas, teniendo en cuenta que hablamos del estudio I.G.; y es que, lejos de lo que pueda parecer, Musashi no es una gran producción diseñada para arrasar en las taquillas, sino una pieza documental destinada a desmitificar la figura del espadachín más famoso del archipiélago nipón. Estas secuencias animadas, de gran vigor, de aliento épico, decía, se alternan con otros fragmentos más rudos; por un lado, imagen real, por otro, algo de pintura clásica y, por otro, distintas técnicas de animación, intencionadamente primitivas y rudas, de carácter ilustrativo y didáctico, pues, ante todo, el guión pergeñado por Mamoru Oshii es una pequeña lección de historia. Así, tenemos un personajillo pequeño y cabezón, no lejos de la estética superdeformer (que ya Oshii usara para parodiar la saga Patlabor), un supuesto erudito en la figura de Musashi, generado por ordenador, toscamente animado, cómicamente animado, que ilustra la historia, no sólo del espadachín, sino también del propio origen de los samurais, retrocediendo a la Europa feudal y pasando por China antes de llegar a Japón. Estos fragmentos didácticos, que se ilustran con diversas técnicas de animación, ya sea recurriendo a la estética del videojuego (RPG, para más señas) o al recortable, se alternan con las batallas (escasas) de Miyamoto. Al principio la cosa se mueve bien, la lección de historia y las batallas está bien entrelazadas y la historia avanza con suavidad; hacia la mitad de la cinta (de escasos 72 minutos), la parte didáctica gana la partida y todo se estanca un poco; pero no es otra cosa que el arreón final, nos han atiborrado de datos, de autores, de teorías, de hechos, para la gran ofensiva, en la que volvemos a la playa en la que Miyamoto y Sasaki se baten en duelo; aquí la intelección cede a la emoción, y Oshii nos regala la imagen de un Musashi Miyamoto ataviado con la armadura de samurai (algo que nunca sucedió en vida), galopando sobre el mar ocre del atardecer. Creo que esta desmitificación y posterior humanización del mito mediante la revelación de los deseos más intimos del espadachín es el gran valor de la obra, una rareza para colocar en el catálogo de Oshii junto con Open your mind o Fast food grifters. Mención especial para la banda sonora, que alterna piezas clásicas (Bach, Strauss, Mahler...) con el rokyoku, que en ocasiones termina por mezclarse con las guitarras y las baterias de otras piezas más modernas y ligeras. Cien por cien recomendable.