lunes, 5 de octubre de 2009

MUSASHI: THE DREAM OF THE LAST SAMURAI

Creo que casi todos los que estábamos en la sala nos esperábamos un chambara en toda regla con un muñegote ataviado con el rictus de Toshiro Mifune rebanando a diestro y siniestro y haciendo saltar chorros de sangre por doquier; una sacrosanta carnicería de espadachines nipones. Pero pronto quedó claro que la cosa no tenía visos de ir en esa dirección. La película abre con una breve secuencia animada a la manera del cine mudo, que narra el célebre combate de Miyamoto con Kojiro Sasaki, un duelo que a la postre haría célebre al primero. A partir de ahí, la obra despliega su verdadera naturaleza, que no es otra que la de un docudrama animado o un documental dramatizado de animación (sic). Las secuencias de combate (las que todos veníamos buscando) son sin duda las más espectaculares, aunque debe decirse que, desde el punto de vista de la animación, no son gran cosa, se trata de un trabajo correcto, sin estridencias, sin piruetas, teniendo en cuenta que hablamos del estudio I.G.; y es que, lejos de lo que pueda parecer, Musashi no es una gran producción diseñada para arrasar en las taquillas, sino una pieza documental destinada a desmitificar la figura del espadachín más famoso del archipiélago nipón. Estas secuencias animadas, de gran vigor, de aliento épico, decía, se alternan con otros fragmentos más rudos; por un lado, imagen real, por otro, algo de pintura clásica y, por otro, distintas técnicas de animación, intencionadamente primitivas y rudas, de carácter ilustrativo y didáctico, pues, ante todo, el guión pergeñado por Mamoru Oshii es una pequeña lección de historia. Así, tenemos un personajillo pequeño y cabezón, no lejos de la estética superdeformer (que ya Oshii usara para parodiar la saga Patlabor), un supuesto erudito en la figura de Musashi, generado por ordenador, toscamente animado, cómicamente animado, que ilustra la historia, no sólo del espadachín, sino también del propio origen de los samurais, retrocediendo a la Europa feudal y pasando por China antes de llegar a Japón. Estos fragmentos didácticos, que se ilustran con diversas técnicas de animación, ya sea recurriendo a la estética del videojuego (RPG, para más señas) o al recortable, se alternan con las batallas (escasas) de Miyamoto. Al principio la cosa se mueve bien, la lección de historia y las batallas está bien entrelazadas y la historia avanza con suavidad; hacia la mitad de la cinta (de escasos 72 minutos), la parte didáctica gana la partida y todo se estanca un poco; pero no es otra cosa que el arreón final, nos han atiborrado de datos, de autores, de teorías, de hechos, para la gran ofensiva, en la que volvemos a la playa en la que Miyamoto y Sasaki se baten en duelo; aquí la intelección cede a la emoción, y Oshii nos regala la imagen de un Musashi Miyamoto ataviado con la armadura de samurai (algo que nunca sucedió en vida), galopando sobre el mar ocre del atardecer. Creo que esta desmitificación y posterior humanización del mito mediante la revelación de los deseos más intimos del espadachín es el gran valor de la obra, una rareza para colocar en el catálogo de Oshii junto con Open your mind o Fast food grifters. Mención especial para la banda sonora, que alterna piezas clásicas (Bach, Strauss, Mahler...) con el rokyoku, que en ocasiones termina por mezclarse con las guitarras y las baterias de otras piezas más modernas y ligeras. Cien por cien recomendable.