viernes, 21 de marzo de 2008

SKYFALL (MATT BIRKETT-SMITH)

Invertir el flujo de una narración lineal no es algo nuevo. Se ha hecho alguna vez, con mayor o menor fortuna. Hay antecedentes. En literatura, Viaje a la semilla de Alejo Carpentier, relato que se asemeja bastante al cortometraje que nos ocupa (reconstrucción de una destrucción, deconstrucción para los modernos). En el largometraje, Irreversible (2002) de Gaspar Noé, aunque éste es más bien un primo lejano y, todo hay que decirlo, no muy virtuoso. En la animación, que es el terreno que nos concierne, tenemos el fantástico Renaissance (1963) de Walerian Borowczyk.

Contar una historia al revés. Contar una historia empezando por el final, desde el final hasta el principio. Es una forma de explicarlo. El planeamiento de este tipo de historias suele resultar un tanto engañoso. A menudo nos sorprenden con una puesta en escena con ecos del recurso clásico in media res. El lector/ espectador es arrojado en mitad de la trama sin explicación alguna. Algo pasa. No sabemos muy bien el qué ni tampoco el porqué, probablemente tampoco el quién, el dónde o el cuándo. Es una forma como tantas otras de captar nuestro interés y de mantener la tensión. Es una técnica bastante eficaz. Después viene lo difícil, mantener las expectativas creadas mediante la falta de información y no echarlo todo a perder con un explicación demasiado sencilla, manida o previsible.

Renaissance.

A esto hay que añadir, en las obras citadas, el impacto de una escena inicial inquietante cuando no brutal. Skyfall comienza con un paisaje apocalíptico. Renaissance con el testimonio de una hecatombe a escala doméstica. Irreversible nos rompe los dientes con su violencia sin concesiones.

Skyfall se desarrolla en tres tiempos. El primero contextualiza. Marco y presentación de la historia. Una ciudad en ruinas. Una ciudad fantasma. Una voz grave y cansada, serena y hermosa, describe la escena. Sus palabras están cargadas de lirismo. Se recrea en los detalles: “A dark wind blows”.

La segunda explica. Aparecen los primeros acordes musicales y nos preparamos para saber qué ha ocurrido: “It went like this”. Intuimos que el narrador es, como mínimo, un testigo ocular. A partir de aquí, el cortometraje pasa al punto de vista del narrador, que asiste a los hechos desde su coche (acompañado por otra persona, se deduce de sus palabras posteriorres), y se convierte en un relato en primera persona, en perspectiva subjetiva, a diferencia de la primera parte, que consiste más bien en un relato con voz en off, a no ser que asumamos que el narrador de esta primera parte es el fantasma del protagonista que vaga por las ruinas de la ciudad atomizada.

Describe los hechos tal y cómo él los vivió, pero, de nuevo, a la inversa. Un edificio que se derrumba sobre una mujer, la mujer deja caer a su hijo, los metales retorciéndose, el hongo de humo posterior a la explosión, la explosión, el brillo anaranjado del horizonte que antecede a la explosión... El discurso va del efecto a la causa: la mujer sucumbe porque el edificio se derrumba sobre ella; el edificio se derrumba porque la estructura metálica se derrite y cede; los metales se derriten por el calor; el calor se debe a la explosión, y así hasta el origen, hasta la semilla. Mientras escuchamos sus palabras, las imágenes trazan el mismo recorrido, aunque los eslabones de esta cadena están colocados en sentido inverso: el edificio en ruinas comienza a reconstruirse, justo como en Viaje a la semilla; la madre se levanta del suelo y recupera a su hijo; el resto de los edificios vuelven a sus cimientos; la onda expansiva de la explosión retrocede; el hongo se esfuma; el fulgor anaranjado del horizonte se apaga... El punto de vista del narrador está hábilmente colocado al final de una gran avenida que enmarca la explosión en su otro extremo. Es, por tanto, una vista frontal, recta y despejada, la que se nos ofrece, favoreciendo la linealidad del discurso visual, de los acontecimientos, funcionando, si se quiere, como una suerte de túnel del tiempo al descubierto, como metáfora y epítome del propio relato.

La tercera nos devuelve al principio del cortometraje, que no de la historia. Mientras que las obras citadas hacen un recorrido final-principio. Skyfall añade un tercer tramo, el de la vuelta al final: final-principio-final. El objetivo va mucho más allá de ofrecer una explicación a la situación que se nos presenta al principio de la historia. Trasciende la adivinanza del “¿qué ha pasado aquí?”. Skyfall es una pieza poética, de gran poder lírico, y lo que busca es suscitar un estado de ánimo en el espectador a medio camino entre la nostalgia y la tristeza serena. Es por esto que se permite el lujo de volver al principio, aunque sea de manera fugaz. Lo importante no es contar qué ha pasado, sino dejar un poso de tristeza y desasosiego, una huella profunda en la memoria emotiva del espectador; en esto, se hermana con la escena final/ inicial de Irreversible.

Hermoso y abrumador. Así es Skyfall.

Skyfall (descarga)

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