sábado, 31 de julio de 2010

PIKA-DON (RENZO KINOSHITA, 1978)

Desafortunadamente, no es fácil encontrar información sobre Renzo Kinoshita. Tristemente, ninguno de sus cortometrajes ha sido editado aún en Dvd. Sorprendentemente, hasta la llegada de Akira, el suyo era el rostro más famoso de la animación japonesa en el ámbito internacional, el de un animador independiente.

Renzo y Sayoko Kinoshita

Vida y milagros 
  
Nace en Osaka en 1936 y en 1957 empieza como aprendiz de animador en un pequeño estudio en su ciudad natal. Años más tarde se traslada a Tokio para trabajar en Mushi Pro, concretamente en Astroboy. Allí conoce a Sayoko, con la que contraerá matrimonio tres años después, tras abandonar Mushi Pro y fundar el Estudio Lotus en 1967, al que Sayako se incorporará en el 69. Es a partir de este momento cuando Renzo comienza a forjarse su reputación como animador independiente, alternando trabajos comerciales para televisión con otros proyectos más personales, que son los que a la postre le proporcionarán la fama y el prestigio.   

El interés del matrimonio Kinoshita por la animación independiente cristaliza en la creación de la sección japonesa de la ASIFA (Association Internationale du Film d’Animation) y, sobre todo, del Festival de Animación de Hiroshima en 1985, uno de los más importantes del mundo en su categoría.

Entre los trabajos de Renzo destacan Made in Japan (1972), Japonese (1977) y Pika-don (1978), del que nos ocupamos aquí.

Pika-don
 
Primero y bastante importante: el título. Las victimas de Hiroshima describieron la explosión como una brillante luz, “Pika”, seguida de un fortísimo estruendo, “Don”.  


Pika-don

Ese es justamente el tema del cortometraje de Renzo Kinoshita, el instante de la caída de la bomba atómica sobre Hiroshima. 

El binomio anime-Segunda Guerra Mundial se ha revelado como una fuente nada desdeñable de inspiración y de producción artística. Títulos como La tumba de las luciérnagas y Gen gozan de celebridad en occidente, sin embargo, aún queda una larga lista de películas por descubrir, algunas injustamente ignoradas como este Pika-don, que en nada desmerece de las dos obras citadas; más bien todo lo contrario.  

Ante todo, Pika-don es una intensa experiencia. El corto prescinde de diálogos y se vale de los efectos sonoros y de la música para llevarnos al clímax del horror. El sombrío tictac de un reloj abre la historia y se deja caer lenta, pesada e implacablemente sobre el plano fijo del interior de una vivienda japonesa. Segundos después una mujer, una madre, como averiguaremos después, entra en el plano, coloca una mesita en el centro de la habitación y abre una puerta corrediza situada fondo. En ese instante el reloj se ahoga y la luz y el rugido estival de las chicharras lo inundan todo. A continuación se incorporan el padre y el hijo, todavía en las mieles de la infancia, que se divierte agitando un avión de papel y se encarama en la mesa.  El hombre coge al niño en brazos. El niño estalla en carcajadas. Los delicados dedos de un piano melancólico bordan el aire y, por unos instantes, el mundo es un lugar plácido y feliz. Comienza la historia. 

A partir de aquí Renzo maneja el montaje con maestría para acompasar la narración a ese funesto tictac. Desfilan breves escenas que muestran el día a día de la ciudad en toda su cotidianeidad e insignificancia. Algunas destilan el simbolismo de la poesía sencilla y popular, eficaces y de gran calado emotivo: unas flores dormidas al sol, un niño asomado al balcón dispuesto a volar su avión de papel, una barca varada en el río, la superficie de  un estanque estremecida de ondas concéntricas. Otras nos hablan de las vidas de los ciudadanos anónimos, las víctimas de la explosión: unas mujeres que cruzan un puente, un padre que se dirige al trabajo, una madre lleva de la mano a su hija al colegio, un grupo de obreros trabajando en una fábrica de armamento…   


Pero a veces, entre estampa y estampa, se desliza el destello de la cuchillada traidora que acecha el cielo en forma de avión. El tictac se sobrepone al piano y nos recuerda que no esta ahí por capricho, sino que responde a un propósito determinado del que nada queremos saber. El montaje se vuelve un poco más ansioso y nos vemos entonces conducidos en el asiento de una apisonadora que acelera inexorablemente hacia el desenlace. 
 
Es sólo un instante: la negra silueta del Enola, el vil metal que se desploma desde las alturas sobre la ciudad; el mundo enmudece y el tiempo se detiene. La diferencia es sutil, un breve pero intensísimo y cegador destello, como si la mano de Dios encendiera y apagara una bombilla gigantesca en un lapso de milésimas de segundo, solo que esa luz trae consigo el fuego abrasador de todos los infiernos juntos.     


Lo que sigue ya lo habíamos visto en Gen y es, dicho sea de paso, la parte mas sencilla en términos de dramatización. El director nos muestra en toda su crudeza los efectos de una explosión que arrasa con todo y con todos, sin el más mínimo respeto por la vida en cualquiera de sus formas y posibilidades. Todo perece, nada sobrevive. 


Pika-don termina con lo que me parece una genialidad. Volvemos al instante exacto en el que el niño se dispone a lanzar el avión de papel desde el balcón. El mismo niño abrasado segundos después por la bomba. El director retrocede en el tiempo para contarnos una historia bifurcada y simbólica, una especie de “¿cómo serían las cosas si nada hubiera ocurrido?”, a través de una breve y hermosa secuencia que me trajo recuerdos de Jumping (Osamu Tezuka, 1984). Si la bomba no hubiera sido arrojada, si la guerra nunca se hubiera producido, ese avión habría mecido sus alas sobre la ciudad de Hiroshima, habría cruzado el mar hasta la tierra de la felicidad desde la que nos saludan el padre y la madre del niño, y habría viajado en el tiempo hasta el presente de una ciudad intacta y moderna, probablemente la propia Hiroshima.  


Miyasan Sadao Miyamoto, animador y colega de Renzo desde los tiempos de Osaka, habla así de la película: "Nací en Hiroshima, viví el bombardeo de niño y vi la nube con forma de seta. Nunca le conté a Renzo nada de aquello, pero lo que él describio en su película es absolutamente real: el vuelo del bombardero sobre nosotros, el cielo azul, y también la parte del humo. El realismo de las imagénes de Renzo me dejó atónito; era exactamente tal y como yo lo había visto (de aqui)".
 
Pika-don es un testimonio de incalculable valor. Es la película que todo el mundo debería ver. El cortometraje que debería incluirse en cualquier antología, top ten o selección de cine de animación. Es, por encima de todo, una pieza única porque ha conseguido capturar para siempre todo el horror de la guerra y todo el valor de esta vida milagrosa que tan insignificante nos parece a menudo. En ella pervive el espíritu y el mensaje de sus creadores. Mientras tanto, no dejemos de abrigar la esperanza de ver algun día el trabajo de Renzo y Sayoko Kinoshita en Dvd (o en Bd, ya puestos).        
Filmografía de Renzo Kinoshita 

Según Nishikata Eiga:

1969-71 cortometrajes para Kyosen x Maetake Geba-Geba 90-pun (Nippon Terebi comedy show)
1971 What on Earth is He?
1972 Made in Japan (Nippon Seizou)
1973 Invitation to Death
1973 Curricula Machine
1974-1978 Karikyuramashīn (Nippon Terebi series)
1977 Japonese
1978 Pica-don (Pika-don)
1986 Geba Geba Showtime
1989 The Morning
1990 'Frame of Mind' in Animated Self-Portraits, a collaborative work
1993 The Last Air Raid Kumagaya
1994 A Little Journey (Hiroshi ku wa sora ga suki)
1994 Kondo 55 Go "How that Happen?"
2004 Ryukyu Okaku: Made in Okinawa (terminado por Sayako tras su muerte)


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