lunes, 18 de julio de 2011

INTRODUCCIÓN AL CINE DE ANIMACIÓN ABSTRACTO





Un estupendo texto introductorio al cine de animación abstracto en Detour:

 

domingo, 3 de julio de 2011

ELEGIJA (NEDELKJO DRAGIC, 1965)


Elegija (Elegía) no deja de sorprenderme a pesar de que haberlo visto varias veces. Es uno de mis cortos favoritos de la Escuela de Zagreb, tal vez el que mayor impacto ha producido en mí. En él, un preso asiste al crecimiento de una flor a través de los barrotes de su ventana. La anima a crecer y ella responde estirándose hacia arriba, alimentando la esperanza del individuo que, de alguna manera, crece espiritualmente con ella.



El corto es extraordinariamente sencillo.  La pantalla está dividida en tres secciones verticales. Las laterales son negras, y la historia transcurre en la central, la más estrecha de todas. De este modo, se potencia el sentido de opresión y también de verticalidad, en consonancia con el tallo de la flor. Cuando el director lo cree conveniente, aplica un zoom in sobre el rostro enrejado del protagonista y ensancha los márgenes de la franja central hasta eliminar las laterales por completo. Al contrario que la mayoría de las historias sobre presos, ésta está contada desde el exterior. Somos testigos, desde la distancia y la libertad, pero no necesariamente partícipes de lo que ocurre. Por lo demás, hablamos de un sólo plano secuencia para todo el metraje. Sencillez extrema.

En el otoño, el preso alarga la mano más allá de los barrotes para proteger a su querida planta de los insectos y de la lluvia. No logra, sin embargo, evitar que el invierno la sepulte bajo la nieve. Su enojo y posterior tristeza son visibles; el temporal se llevó la esperanza y el consuelo.



Con el paso de las estaciones, una nueva flor brota en el lugar de la anterior. Justo entonces el protagonista obtiene la libertad. Los márgenes se ensanchan de nuevo, desparece la contención de las franjas negras, y lo vemos aparecer con traje de calle y maleta en mano al otro lado del muro, el nuestro, el de la flor.

Presenciamos a continuación un giro cargado de cinismo y crueldad, de humor negro, si se prefiere. El protagonista se detiene junto a la flor, completamente abierta, esplendorosa, se estira entre bostezos, y deja caer la maleta sobre ella, chafándola por completo. Seguidamente, recoge la maleta y sigue su camino como si no hubiera pasado nada.



La imagen, elocuente como pocas, encierra un reflexión hiriente, y define perfectamente el egoísmo del ser humano de una sola pincelada. A menudo, el comportamiento de las personas varía en función de si se encuentran en situaciones de dependencia o de poder.

Una sátira no exenta de dulzura y lirismo. 


miércoles, 8 de junio de 2011

THE TIBETAN DOG


Me gusta (pinchad en la imagen para ver el trailer):



lunes, 30 de mayo de 2011

CZARNE CZY BIATE (WACLAW WAJSER, 1967)



Z is for Zagreb es un librito dedicado a la  Escuela de animación de Zagreb, el prestigioso estudio de animación fundado a mediados de los cincuenta. Entre sus producciones más famosas figuran el cortometraje Ersatz, Oscar de la Academia en la categoría de cortometraje animado en 1962, y la serie de televisión Professor Balthazar. El título del libro en cuestión deriva del lema "Z is from Zagreb", con el que se identifica, no sólo la industria una vez floreciente de aquel país, sino también al festival de animación que se celebra en la ciudad, y que pasa por ser uno de los más importantes del mundo.


Fotograma de Ersatz aka Surogat

En la página doce del libro de Ronald Holloway hay un epígrafe titulado "Reduced Animation". En él se explica el impacto que sobre aquellos animadores tuvieron las películas del estudio UPA, a las que tuvieron acceso en primer lugar a través de un libro (no se aporta el título) y, posteriormente, de la gran pantalla. Concretamente se citan dos títulos: Gerarld McBoing y las secuencias animadas realizadas por John y Faith Hubley para el largometraje de Irving Reis The four poster (1952). El título del epígrafe es una referencia clara a la "Limited Animation", el sistema de trabajo que el estudio UPA adoptó y que se convirtió en marca de la casa, a saber (extracto de una entrada de este blog en la que ya se mencionó UPA):

A continuación cito las descripción que de Rooty Toot Toot hace Giannalberto Bendazzi en su 110 años de cine de animación porque me parece el epítome del estilo UPA: “Los dibujos son deliberadamente planos, bidimensionales, con formas alargadas o angulosas, y la animación, exigua, contrasta con el continuum mobile del estilo que en aquel momento se consideraba clásico (entiéndase Disney, añado). Los fondos figurativos se componen, a menudo, de esbozos o de grandes zonas de colores sólidos (...) Estas son obras de directores de amplia cultura artística, que dan una gran importancia a la pintura y el dibujo”.

Grosso modo, eso viene a ser el estilo UPA. En Zagreb debieron tomar buena nota de todo aquello y la influencia del otro lado del charco pronto se dejó notar en sus trabajos, especialmente en aquellos dirigidos por Dusan Vukoticprobablemente el animador más importante de su generación y, por ende, de su país. Ejemplos palpables en cuanto a esta influencia y notables por su calidad son el citado Ersatz Koncert za masinsku pusku (1958) o Piccolo (1959).


The unicorn in the garden 


El legado UPA se ha dejado notar en otras latitudes y en otros animadores del viejo continente;  difícil es determinar si se ha transmitido a través de los trabajos de la escuela de Zagreb o directamente a través de las películas de los Cannon, Engel, Hubley y compañía. Se me vienen a la cabeza dos de los primeros cortos de Raoul Servais como exponente de esta influencia (in)directa: De valse noot (1963) y Chromophobia (1966), muy distantes, al menos en lo visual, de lo que luego serán sus obras más famosas: Harpya, Operation X-70, etc.

Y, también en la otra parte de lo que un día fue el telón de acero, algunos cortometrajes polacos: Myszka i kotek (Wladyslaw Nehrebecki, 1958), Scyzoryk (Leszek Lorek, 1961) y, sobre todo, Czarne czy biate, que da título a esta entrada y mi favorito de los tres. En el libreto que acompaña los tres Dvd´s que componen la Antologia Polskiej Animacji Dla Dzieci ("Antología de animación polaca para niños"), en la que se pueden encontrar los tres cortos citados, encontramos lo siguiente: 

"A breakthrough occurred after 1956, when Walerian Borowczyk and Jan Lenica proved whit their films for adults, that the age of one doctrine was over, and that one could experiment with both form and content. Films like Myszka i kotet (Cat and Mouse) by Wlodzimierz Nehrebecki, Maly western (A little western) by Witold Giersz (1960), or Bulandra i diable (Bulandra and the devil) by Jerzy Zitzman and Lechoslaw Marszalek (1961), were distinguished by an innovative artistic style that broke with the socialist didacticism of their predecessors. Nehrebecki proposed a much plainer style of drawing, one going back to Emile Cohl, the great pioneer of animation...". 



Myszka i kotet

Y de hecho así es; ese "estilo más simple de dibujar" (a much plainer style of drawing), se aprecia perfectamente tanto en Myszka como en Scyzork. A veces, las figuras se reducen a líneas puras y sencillas que se cruzan y curvan aquí y allá para formar objetos, animales, personas... Haciendo gala de una economía de trazo que remite directamete a Zagreb y a UPA, así como a otros trabajos que beben directamente de aquellas fuentes pero que llevan la sobriedad a terrenos más austeros si cabe, casi experimentales (cómo no pensar, en el exceso del defecto,  en algunos trabajos de Mc Laren y de las vanguardias: Fischinger, Eggeling, Rutman...). Me refiero a The dot and the line (1965) dirigido por Chuck Jones y The adventures of * (1957) de los Hubley. 

Y todo esto nos lleva a Czarne czy biate ("Blanco y Negro"). Tanto los cortos citados de la escuela de Zagreb como los polacos rayan a mi entender a un gran nivel, especialmente Koncert za masinsku pusku, por el que siento cierta debilidad; a pesar de lo dicho, creo que ninguno de ellos alcanza las cotas de maestría de los títulos señeros de la factoría UPA, esto es, Gerarld McBoing, The unicorn in the garden y Rooty toot toot (y dejo de lado The tell tale heart porque entiendo que estamos ante algo diferente); sin embargo con Czarne estaría despuesto a hacer una excepción, me parece por encima de sus compañeros polacos y muy cerca de sus maestros americanos.


The invisible moustache of Raoul Dufy (Aurelius Battaglia, 1955)


Para empezar estamos ante una historia sencilla, lineal, entretenida, cómica y trágica a un tiempo, con un mensaje claro ("el amor todo lo puede") y un bonito final. Funciona bastante bien, mejor que en la mayoría de los cortos citados hasta ahora. No obstante, donde Czarne destaca es en el apartado visual. Toma como punto de partida algunos estilemas de la filosofía UPA y los desarrolla con esmero: el gusto por lo geométrico, lo anguloso, lo lineal... 





Todo es puro diseño: equilibrio, (a)simetría, elaboración, el gusto por el detalle dentro de la sobriedad sin renunciar al dinamismo. A veces puede parecer un poco rígido en cuanto a su planteamiento y disposición, pero lo cierto es que el corto nos acaba ganando por su belleza armónica, premeditada, medida, sopesada (incluso cuando la pantalla se ve desbordada de figuras geométricas hacia el final)... Como experiencia visual es toda una gozada (sin olvidarnos de la música, que aporta un contrapunto bastante inquietante). Una bonita dicotomía animada en bitono.

 

viernes, 22 de abril de 2011

TERRORMICRO


He empezado un blog dedicado al terror: http://terrormicro.wordpress.com/

jueves, 21 de abril de 2011

SEGUNDO DE CHOMÓN EN DVD




Hace ya algún tiempo que salió al mercado, pero no está de más decir que Cameo sacó un dvd con buena parte de la obra de Segundo de Chomón acompañada de libreto en español, catalán e inglés; para no perdérselo. 

viernes, 18 de marzo de 2011

JAPÓN


 
Japón vive por segunda vez bajo la amenaza nuclear. La primera fue en Hiroshima y Nagasaki hace más de seis décadas. Sufre, además, el azote de las placas tectónicas por enésima vez en su historia: terremoto de Hōei (1707, más de 5.000 muertos),  terremoto de Kanto (1923, 105.385 muertos y más de 37.000 desaparecidos), terremoto de Kobe (1995, 6.436 muertos), terremoto Chūetsu (2007, 9 muertos y 9000 heridos), terremoto de Iwate-Miyagi Nairiku (2008, 12 muertos y 435 heridos), terremoto de Shizuoka-Oki (2009, 1 muerto y 143 heridos), terremoto del sur de Japón  (2010, no hubo víctimas).  

Este archipélago compuesto de más de seis mil islas vive a merced de los elementos. El país que está a la vanguardia del desarrollo tecnológico, que ha puesto sus conocimientos al servicio de la lucha contra los movimientos sísmicos, contempla impotente cómo se suceden las catástrofes sobre su territorio. Han pasado más de tres siglos entre el terremoto de Hōei y la tragedia que nos tiene en vilo estos días; la conclusión es que los japoneses siguen estando indefensos ante la naturaleza. 

Sabedores desde tiempos inmemoriales de su debilidad, han adorado a la naturaleza como si de un dios se tratara, y han bendecido cada uno de sus elementos como una divinidad (los kami). Éste es el orígen del Shintoismo, la religión autóctona del archipiélago. Los japoneses veneran y se alían con la naturaleza. Ella los protege y les proporciona lo que necesitan, pero a veces también los castiga con crueldad, y ante su empuje, no hay mucho que se pueda hacer. 

Entre la foto que encabeza esta entrada y la que la cierra han pasado sesentaiséis años. La primera pertenece a Hiroshima y la segunda a Otsuchi. Otsuchi y Fukushima serán los Hiroshima y Nagasaki del siglo XXI. El episodio del bombardeo no fue otra cosa que el triste cénit de un gigantesco conflicto bélico que marcó un antes y un después en la historia del pueblo vencido. Las generaciones posteriores que seguimos con atención el desarrollo de la ficción narrativa japonesa (el manga, el cine, la literaura...), hemos sabido de él  a través de aquellas obras que refieren el acontecimiento de manera directa (Hadashi no Gen, Kuroi Ame... La lista es interminable) y, sobre todo, las que lo hacen indirectamente a través de la cultura de masas (para adolescentes.) Seguro que más de uno nos hemos descubierto estableciendo paralelismos entre las imágenes de los pueblos desolados por el tsunami (Otsuchi en boca de todos) y de la central nuclear de Fukushima con aquellas de muerte, desolación y amenaza nuclear de Akira, Evangelion, Doomed Megalopolis, y tantos y tantos.   

Es innegable que no pocos de los integrantes de estas generaciones tenemos un fuerte vínculo cultural y/o sentimental con Japón; aunque sea por la sencilla razón de que hemos crecido con sus héroes, con sus mitos y con sus leyendas frente al televisor; y también porque después muchos nos hemos preocupado (y afanado) por seguir alimentando (y prolongando) esta etapa de nuestra infancia (en este mismo blog, en la sección nostalgia)   

La ciencia ficción es el género por excelencia del manga-anime. Buena culpa de ello la tiene Tezuka, pero los orígenes incuestionables de esta tendencia son básicamente dos: la (forzosa) apertura a Occidente de Japón y la bomba atómica sobre Hiroshima. Se dice que el énfasis que ponen los japoneses en los invasores venidos del cielo, de otro planeta o de una dimensión paralela, proviene de la identificación de estos seres con los bárbaros extranjeros, los americanos, durante la ocupación tras finalizar la SGM; y en menor medida españoles, portugueses, holandeses e ingleses en siglos pasados. La amenaza cae del cielo como la bomba sobre Hiroshima, y Tokyo / Neo-Tokyo / Mega-Tokyo es irremediablemente reducida a escombros (el desolador final de Urotsukidoji es el epítome supremo, y Godzilla el exponente más celebre y citado). La ficción japonesa, decía, ha venido nutriéndose de estos dos acontecimientos, y Occidente los ha consumido bajo la máscara de la ciencia-ficción, del terror o de ambas, sin saber muy bien de dónde venían ni cuál era el verdadero significado.
Esta, ya digo, ha sido una de las muchas herencias de la convulsa historia japonesa del siglo XX. No es descabellado pensar que Fukushima y Otsuchi, Otsuchi-Fukushima, jugarán un papel muy similar en el presente siglo. En forma de testimonio, en forma de ficción explícita para derivar, inevitablemente, en las especulaciones de la ficcón de (sub)género. La diferencia es que esta vez tendremos una perspectiva mucho más amplia, directa y cercana, aunque siempre por encima de la barrera, quién sabe si lo suficientemente alta y distante. 

Estoy convencido de que la función del arte es sublimar la vida. Aislar, estudiar y cultivar con esmero todo aquello que nos produce dolor y alegría. Es la única manera de superar la realidad cuándo ésta se revela insuficiente o simplemente insoportable (insportablemente dolorosa, insoportablemente escasa). La sublimación conduce a la catarsis, al llanto en voz alta sin vergüenza ni consuelo. Es la mejor forma de arrancarnos de dentro el peso que nos atormenta y mirarlo directo a la cara; sin miedos, sin complejos. Al contemplarlo, nos contemplamos a nosotros mismos. Gracias al arte la vida es más soportable. 

Japón tiene por delante una dura tarea. Primero dominar, si es posible (recemos porque así sea), la amenaza nuclear; segundo la reconstrucción. Sólo cuando la vida, la propia continuidad de la especie esté asegurada, vendrá el descanso, el enjugarse la frente y la caída de los miembros agotados.  Será entonces cuando los testimonios salgan a la luz para componer el lienzo completo de la tragedia. Habrá sentimientos encontrados, recuerdos confusos, y toneladas de dolor tiñiendo y deformándolo todo. De ellos nacerán las primeras historias, las primeras ficciones, el arte... Nosotros estaremos ahí para escucharlas, y esta vez sabremos con certeza de dónde vienen, la dimensión de la catástrofe y la profundida del dolor que las alimenta. Es sólo cuestión de tiempo. 

Mientras tanto, sólo nos queda esperar que todo se desenvuelva lo mejor posible; y por supuesto ayudar. Ayudar en la medida de nuestras posibilidades.