Bobby Yeah es la culminación transitoria de la 
trayectoria de Robert Morgan. Con cierta perspectiva, sus anteriores 
trabajos bien pueden entenderse como el ensayo previo necesario para 
alcanzar la confianza y la madurez creativa que ahora vemos —y 
disfrutamos—. Bobby yeah es, ni más ni menos, que la materialización definitiva de su universo personal. En él, el autor, técnicamente equilibrado, emocionalmente desbocado, explota —literalmente— sus obsesiones: la
 carne amorfa, los insectos gigantes, el sexo mutante, el delirio de las
 metamorfosis, la muerte violenta y la regeneración necrófila...
Este es un fragmento de la reseña que he escrito para Almas Oscuras. Puede leerse la reseña completa aquí. El corto puede verse/descargarse aquí.  

 
 

 
 
 
 
