Cuando llevaba ya unos minutos viendo Madame Tutli Putli (el nombre deriva de una expresión hindú que alude al mismo tiempo a una marioneta y a una mujer delicada) algo empezó a inquietarme. Salta a la vista que la animación es poderosamente fluida y veraz, pero no queda del todo claro el porqué. Digamos que el lenguaje corporal y la expresión del rostro de la protagonista derrochan una humanidad que queda bastante lejos del alcance del stop-motion convencional. En todo caso, el personaje me seguía pareciendo muy real. A veces tenía la impresion de estar viendo una figura humana pasada por el rotoscopio y atrapada posteriormente en un grácil muñeco, constituido en el continente del alma de un ser viviente, palpitante. Más tarde caí...Los ojos de la chica, ¿eran reales? Eran humanos, de verdad, nada de cartón-piedra. La técnica consiste en filmar los ojos de una persona y superponerlos sobre el muñeco en cuestión. Hay antecendentes con la boca, pero es la primera vez que me cruzo con una obra en la que se aplica a los ojos. La técnica es muy similar, pero el resultado dista bastante, tanto que el sólo hecho de introducir una mirada humana dota a la animación de una calidad poco frecuente. Vale aquí todo esto de que la cara es el espejo del alma; más bien los ojos, porque sólo con ellos la visión del rostro de la protagonista produce una inquietud y un desasiego dificil de olvidar. "Incómodo" sería el adjetivo adecuado. Vemos un ser inerte, un muñeco de trapo, con la certeza de que es un objeto sin vida; sin embargo, algo en su fisonomía desafía este presupuesto. Es como tener una muñeca entre las manos y ver de repente que sus ojos se mueven como los de una persona. Sus ojos hacen que parezaca real. La ilusión de la vida, "illusion of life" (que para algunos es la verdadera razón de ser de la animación), aquí es casi prácticamente total, un verdadero triunfo. Más allá de una animación bien elaborada (pero que no habría bastado por sí sola para lanzar el puñetazo al espectador; con todo, el corto les llevó a sus autores cinco añitos), Madame Tutli Putli viene a demostrar que en términos de percepción visual la suma no equivale a las partes. No es necesario elaborar un complejo y ultradetallado proceso de animación que imite al mundo "real" (sensorial, material...) para hacer que el objeto animado "parezca" real (i.e.: Beowulf, Final Fantasy, etc.), del mismo modo que para convenir, no el movimiento, sino la sensación de movimiento, tampoco es necesario reproducir hasta el último detalle ( nos basta con ver cualquier escena de lucha del último anime; si el animador es bueno, uno puede sentarse a ver la escena fotograma a fotograma y comprobar que muchos de ellos son apenas una líneas, unas siluetas, unas formas insinuadas, bocetos a medio terminar que, puestos en sucesión, crean la impresión de la velocidad, del movimiento frenético, de la lucha; bien es sabido que cuanto más detallado sea un dibujo más retiene el ojo y, por tanto, más ralentiza la acción y la sensación de movimiento). Así que el éxito está en los pequeños detalles, en la habilidad del animador para engañar a la retina, en la compresión del funcionamiento de la percepción del ojo, de cómo aprehende y procesa los estímulos y la información, y de cómo los interpreta. Creo que esto lo da la intuición y el talento, o el talento intuitivo.
El otro punto que quiero comentar es el de la interpretación. Tal y como yo lo vi, Madame Tutli Putli no significa realmente nada. Me parece una obra hecha para reproducir un cierto estado de ánimo que se me mece entre la tristeza, el misterio y el desasosiego, trufado con un cierto optimismo. Es mi impresión, por supuesto, y cada cual tendrá la suya. Como la mayoría de la animación de calidad, especialmente en el terreno del cortometraje, exhibe una clara voluntad emotiva en lugar de intelectiva. No hay mucho que entender, se trata más bien de dejarse llevar sin hacerse muchas preguntas y de sentir. Un poco como en el cine de vanguardia, o como en Larry Jordan, por citar un animador al azar. De todos modos, si uno no se queda contento, siempre puede acudir a imdb y empaparse de las intepretaciones que se balancean en la página cual monos de zoo agitando sus genitales ante los visitantes (buff!). Las hay mejores y peores. No suelo interpretar las obras que comento, realmente no me gusta y además me falta talento y capacidad analítica. Para mí resulta evidente que la mayoría de las interpretaciones están hechas por espectadores y rara vez por creadores, no al menos por los de altura. El consumidor de ficción suele ignorar el hecho de que en la 90% de las ocasiones el proceso creativo avanza a trompicones, renqueante, totalmente descordinado y encomendando buena parte al azar, a la inspiración y a la improvisación. En muchas ocasiones la cosa empieza con una imagen o con una serie de ellas. Luego llega el artista, que se ha enamorado de esa visión, de esa escena, de ese personaje, e intenta darle una cierta coherencia a todo para poder meterlo y hacerlo encajar. Coherencia en términos narrativos (presentación-nudo-desenlace), que no de significado. Hay muchas cosas que terminan en una obra simplemente porque se han ganado el afecto del artista. Hay otras que están ahí porque simplemente encajan en su mente, son coherentes y tienen su justificación, aunque el lector/espectador/oyente nunca llegue a entender muy bien el porqué. Entra en escena entonces nuestra cabeza dotada de un cierto razocionio y capacida analítica y empieza a dotar de significado a cada cosa para poder armar su propio película, que rara vez coincide con la del autor, digamos que se trata de una recreación (la del espectador) de una creación (la del animador). En el caso que nos ocupa es especialmente tentador porque hay una serie de elementos, de imágenes, de objetos, que son extremadamente ricos en connotaciones debido a su alto voltaje simbólico: el viaje, el tren, las maletas, el ajedrez, los insectos, la luz, las bombillas, el bosque... Imágenes que se prestan sobradamente a la interpretación, a la búsqueda del significado; y hay poco remedio para esto, me temo, estamos programados genéticamente para ordenar el caos y para buscar relaciones, correspondencias y significados allí donde nos los ahí. Creo que Genaro Talens lo clava cuando escribe a propósito de Un perro andaluz de Buñuel que no hay que buscar el significado sino el sentido. Madame Tutli es un corto muy visceral, en el sentido de que avanza a base de imágenes poderosas y primarias que estrangulan completamente la lógica narrativa de la causa-efecto. Salta a la vista que es el fruto de unos artistas embriagados por la fuerza de unas imágenes que ellos mismo han generado y que constituyen el verdadero armazón del relato (por decir algo de lo que he visto últimamente, un poco como el cine de Shuji Terayama o la última castaña de Lars (von) Trier, alias "Lars von Trier de ti se ríe"); cualquier posible interpretación deberá descartar de antemano la intención de los autores y asumir se hace que a riesgo y beneficio del propio intérprete; así de simple.
Después de escribir esto me encuentro con unas declaraciones de los autores bastante reveladoras que vienen a confirmar un poco lo que digo (yujuu!!). Con eso y con el corto que cada cual saque sus conclusiones.