De fama y prestigio gozan los largometrajes de Marcell
Jankovics en los círculos culturetas. János vitéz es el primer largometraje de animación húngaro y su Fehérlófia pasa por ser uno de los mejores de la historia en
su género. Por encima de otras obras que se han
valido del “autorismo”, del riesgo y de la experimentación para hacerse querer
entre los aficionados más hardcore (Kanashimi no beradonna, Mind game, Chronopolis, Le theatre de Monsieur et Madame Kabal…), despunta Ferehofila,
inmenso ejercicio de lucidez formal puesto al servicio de una narración tan
sencilla como pedagógica, que no ha perdido su frescura a pesar de las tres
décadas que la contemplan; su aliento proteico, su ingenio sin límite para
retratar el movimiento de la forma mas inverosímil y amena… Y yo me pregunto,
¿qué nos impide considerarlo el mejor largometraje de la historia? Al menos de
animación pura, “pure animation”, como alguien ha escrito. Pasa por ser uno de los
mejores de la historia en su género.
Su trabajo para televisión tampoco han caído en el olvido. Magyar népmesék goza de buena salud
entre los entendidos y suele ser una referencia obligada a poco que intentemos
armar cuatros frases sobre animación húngara. .
Sin embargo, casi nada se menciona de su labor de
cortometrajista (sic?). Poco se ha
rescatado a día de hoy de la copiosa producción en este formato del estudio Pannónia.
Apenas el sorprendente A légy (1968),
de Ferenc Rófusz, que fue galardonada con el Óscar en 1981, y Sisyphus del propio Jankovics.
Hace apenas un par de semanas que me empeñé en reemprender la búsqueda de este
santo grial, y he aquí que obtuve resultados medianamente satisfactorios, a
saber, un segundo corto de nuestro autor, galardonado en Cannes en 1977 con la Palma de Oro, hecho
que me ha motivado a escribir esta breve reseña y a compartir mi hallazgo.
Sisyphus (1975)
Este es uno de los trabajos más famosos de Jankovics. Está
imbuido del mismo espíritu que años más tarde tendría su más gloriosa
manifestación en la mencionada Fehérlófia,
aunque sin llegar aún a aquellos extremos. Lo que tenemos aquí es simplemente
un hombre empujando una roca hasta la cima de una montaña. Así de sencillo, así
de complejo. El tema escogido sintoniza bastante bien con las inclinaciones
temáticas del autor: el folclore, la tradición oral, el cuento, el mito, la
épica…. Como Trnka, como Kawamoto, Jankovics ha buscado siempre la inspiración dentro
de sus propias fronteras. En cualquier caso, el tema es sólo un pretexto para
retratar el movimiento (imposible no pensar en McLaren). Las formas se ven
reducidas al mínimo, a las líneas más elementales y primitivas, rupestres, en un
sentido amplio y prehistórico, para abocetar todo el movimiento y la tensión
que un cuerpo desnudo al límite de sus fuerzas es capaz de desplegar.
Una sólida línea curva basta para `plasmar la roca, que aumenta de tamaño a medida que nos
acercamos a la cima. En dos o tres líneas que se tensan, ondulan, encojen y
retuercen reconocemos a Sísifo. Apoyándose únicamente en los gemidos esforzados
del penitente, Jankovics se complace en manipular unas cuantas líneas
antropomorfas, minimalismo puro, para retratar el esfuerzo continuado, atroz,
titánico, del personaje. Sorprende comprobar que la expresividad de cuatro
garabatos bien orquestados alcanza allí donde las CGI, el rotoscopio, el foto realismo y el 3D siguen soñando con
llegar. El movimiento de la acción queda capturado en un puñado trazos
sabiamente distribuidos, y el esfuerzo derrochado resulta tan palpable que la
empatía amenaza con ser absoluta. Es el espectador el que se enjuga y respira
aliviado cuando Sísifo llega a lo más alto. El movimiento retratado en el
tiempo, la animación en estado puro.
Küzdők (1977)
Küzdők es harina
de otro costal, aunque del mismo saco. La influencia clásica es evidente desde
el primer vistazo. Jankovics escoge ahora potenciar el mensaje (o la idea, o el
contenido, o cómo lo queramos llamar…) para construir una metáfora sencilla,
inteligible, pero no por ello desnuda de lucidez y de talento. Metáfora sobre el
arte, sobre el tiempo, o mejor, sobre cómo el arte consume la vida del artista
en su afán por crear su obra, en la que ha de verter el talento, el vigor, y
los mejores años de su vida. La consumación de dicho trabajo resulta ser
también la consum(i)ación de la vida del artista, escultor (metáfora clásica,
imagen recurrente donde las haya), para más señas; pervive la obra, perece el
autor. Ya digo, idea sencilla, elocuente y bien materializada, que recurre a
una animación más clásica y convencional, probablemente para nos distraernos de
aquello que el autor ha considerado digno de comunicar, el final de la
“historia” como culminación de un proceso que cobra sentido justo en este
momento álgido, muy al contrario que en Sisyphus,
donde el desarrollo constituye su propio fin.
Az ember tragédiája
(1993)
Bien poco puedo decir de este título, salvo que parece estar basado en la obra del dramaturgo húngaro Imre Madach. La azarosa singladura
del streaming me hizo encallar en un puerto del que nunca había oído hablar.
Todavía no tenco muy claro de que se trata, si de un corto, una serie, o un
episodio piloto de no-se-sabe-qué. Es más, ni siquiera está disponible al
completo. La mano piadosa que ha tenido a bien strimear los vídeos ha
escamoteado algunas de partes. Bueno, menos dan las piedras de Sísifo.