viernes, 30 de abril de 2010

LA ESPADA DEL SOL (y IV)


Antecedentes

En 1963, Yugo Serikawa dirige Wanpaku ôji no orochi taiji, sexto largometraje de Toei Doga y para muchos la primera obra maestra de la productora. Viéndola, es innegable que hay mucho de Wanpaku en Horus. Aunque lo cierto es que la primera no deja de ser una historia de corte mitológico para pasar el rato, mientras que Horus es una obra de profundo calado con un claro mensaje ideológico y un puñado de personajes verdaderamente oscuros, trágicos y estupendamente caracterizados. Wanpaku es un divertimento y Horus una obra madura en cuanto a su planteamiento.

La maestría del largo de Serikawa reside en su magnífica ejecución técnica. Es una obra impecable, con unos diseños pasmosamente sencillos pero eficaces y un nivel de animación que ha resistido con nota el paso del tiempo. Especialmente memorable resulta la lucha final entre Susano y el dragón que da título a la obra; ver para creer. 


Hay un par de momentos durante la historia que tienen su eco en el largo de Takahata: la lucha con el pez gigante y la escena que se desarrolla en el interior del palacio submarino. Ésta última recuerda sospechosamente a Horus, no sólo por el escenario, muy similar al del castillo de Grunwald, sino por el individuo que allí aparece, que bien podría ser un primo lejano del villano.



Pueden rastrearse más semejanzas en el catálogo Toei: otra lucha marina con pez gigante la encontramos en Hakuja den, el primer largo de la productora y primero a color en el archipiélago nipón. Un palacio siniestro con suelos helados aparece ya un año antes en Shônen Jakku to Mahô-tsukai (Jack y la bruja, editada en España por Divisa). Allí mismo encontramos un espacio laberíntico no muy diferente (y bastante más divertido y surreal) del "bosque perdido" en el que Hols queda atrapado.  


Hakujaden


El "bosque perdido".


Fotograma de Jack y la bruja.

Y fuera del país: pues vagamente en The snow queen de Lev Atamanov y en el segmento final de Fantasia, en cuyo demonio gigantesco se puede anticipar la escena en que Grunwald asalta la aldea y se nos ofrece agigantado y magnificado.


Sobre esta línea, Grunwald. Debajo, fotograma de Fantasia.


De nuevo Grunwald. 



 Debajo, La reina de las nieves.




Arriba, The prince, the swan and the Czar Saltan, de I. Ivanov-Vano. Debajo, Horus




La unión hace la fuerza

He aquí el mensaje de la historia.

Hols vive con su anciano (¿...?) padre en una vieja embarcación varada en una playa desierta, en la soledad más absoluta, completamente aislado y alejado de cualquier núcleo humano. En su lecho de muerte, su padre se arrepiente de haber abanodano su pueblo natal y le pide como último deseo que busque a los hombres y se una a ellos, pues sólo "uniendo fuerzas" los seres humanos pueden alcanzar sus objetivos.

Los habitantes del pueblo viven de la pesca. Constituyen una pequeña comunidad que trabaja y vive en grupo. La segunda muerte de la historia se achaca a la individualidad de la víctima, un aldeano que intenta vencer por su cuenta y sin ayuda de nadie a un pez gigante, una de las mascotas de Grunwald, que está provocando la ruina del poblado. La lucha en grupo se recalca aquí como única posibilidad de victoria frentre al monstruo.

Esta idea se ve perfectamente reflejada durante dos momentos claves de la historia. Tras la muerte del pez a manos de Hols, que culmina con una celebración de todo el poblado al comprobar que los peces ha vuelto al cauce del río, y que ilustra perfectamente el trabajo comunitario, con tareas y responsabilidades definidas y distribuidas (más o menos) equitativamente, y durante la boda: ídem. Justo durante estos momentos de armonía y de felicidad colectiva (la unión), el poblado sufre dos funestos ataques de las hordas de Grunwald, primero una manada de lobos salvajes y después un ejército de ratas. El mal es débil ante la unidad y por eso la ataca; se vale de la dispersión. Hay un tercer momento donde la tornas se vuelven y no es otro que aquel en el que Grunwald decide, una vez cree haberse deshecho de Hols, su principal amenaza, atacar el poblado en persona (cuya reconstrucción -de nuevo un acto colectivo- cierra la historia). Sus habitantes deciden unirse y luchar juntos hasta las últimas consecuencias. Justo entonces aparece Hols con la espada del sol, el arma definitiva contra el villano, que podrá blandir gracias al esfuerzo conjunto de todos para templar su hoja. Sin duda, la espada es el símbolo triunfante de la unidad.


Incluso las canciones de la película son corales, tanto la de los créditos como las que podemos escuchar a lo largo de la película (que coinciden con las dos primeras escenas claves señaladas en el párrafo anterior; la música, el canto y la danza también funcionan como bellos símbolos de hermandad entre los hombres).

Sólo Hilda canta sola (pero aún no toca hablar de ella).



Dos escenas

La primera es la aparición de Hilda (pero aún no toca hablar de ella).

La segunda empieza con la llegada de Hols a la aldea. Uno de sus habitantes acaba de morir en su intento de matar al monstruo marino que está devorando los peces del río y a todo bicho viviente que ose asomar la nariz por sus orillas. La escena es un bello cuadro fúnebre bañado por la luz de la luna. Es un momento solemne, sereno y dramático y, de ahí, hermoso. De paso, sirve para darnos la información que necesitamos: que los habitantes del poblado tienen un problema gordo con el citado bicho y que será imposible superarlo si no se unen para combatirlo. A continuación, Hols se desliza inadvertido por todos hasta el lago en el que se encuentra la bestia para enfrentarse a ella.



Cinematográficamente hablando, es probablemente el momento más logrado de toda la cinta junto con la gloriosa escena que abre la película. La lucha es brava y espectacular. Bajo el agua, Hols y la bestia se mueven sujetos a las leyes subacuáticas. Sus cuerpos se agitan lentos, pesados, refrenados por el entorno. Resulta un efecto inusitado para la animación de la época. Sobre la superficie, el pez salta, se agita, levanta olas, lanza dentelladas, se eleva y vuelve a hundirse. Hondas, crestas, espuma y algún que otro encuadre frontal del monstruo a todo trapo hacia nosotros como un torpedo. Casi al final, revolviéndose en coletazos agónicos, embiste una formación rocosa que salta por los aires. El resultado es formidable.





Hilda (ahora sí)

Hilda es uno de los motivos de que Horus goce de tanto prestigio. A menudo ha sido señalada como uno de los personajes mejor escritos (incluso el mejor) de la historia del anime. Su aparición me parece inolvidable: en su deambular, Hols llega a un pueblo fantasma a orillas de un lago. Una melancólica canción flota en el aire. Pronto averiguamos de dónde viene. En un viejo barco encallado que nunca zarpará, encontramos a una chica en un claro atuendo acariciando un arpa. La imagen no puede ser más elocuente. El personaje queda perfectamente descrito con una sola imagen o, cuando menos, anticipado.


Hilda es ante todo contradicción. Es dulce y malvada a un tiempo. Maquiavélica y traicionera pero con un atisbo de nobleza. Un halo de misterio la envuelve continuamente. Se debate entre su deber hacia su hermano, el malvado Grunwald, y su afecto hacia los aldeanos, en especial hacia los niños; por no hablar de la ambigüedad de sus sentimientos hacia Hols.

Hilda es una niña solitaria (canta sola) que tiene dificultades para integrarse en la vida de la comunidad. Desconoce las labores más elementales (dar una puntada en el vestido nupcial de la novia) y los códigos de conducta del grupo (la risa, el humor). De  hecho, hay algo de aristocrático en su pose y en sus maneras que la distancia considerablemente del resto.

"El hombre está condenado a morir", dice con desprecio en una ocasión. En una de la escenas más memorables de la película, Hilda renoce al fin que su parentesco con Grunwald la decanta hacia el mal y acepta de este modo su condición agente maligno. A continuación, entona una triste canción mientras el director nos ofrece varias imágenes de un bosque de árboles deshojados seguido de un horizonte nublado. Esta breve secuencia termina con una Hilda hierática contemplando un lago al anochecer. A mi parecer, el momento más bello de todos, cargado de lirismo y de sabiduría cinematográfica.   

Sin embargo, Hilda no dudará  más adelante en ceder el amuleto que cuelga de su cuello y que le proporciona la misma inmortalidad para salvar la vida de un inocente (un niño). Justo en ese momento se posiciona del lado de Hols y de los aldeanos, aunque eso suponga su perdición. La escena, en la que sufre indefensa los ataques de los lobos de nieve, es probablemente el momentos más descorazonador y triste de todos.

Así es Hilda: la niña que canta en soledad sobre la proa de un barco fantasma y también la que se sube a la rama de un árbol para deleitar a los aldeanos con su bello canto.




 Conclusión

Horus es una obra que necesita paciencia y un poco de ojo clínico para ser disfrutada convenientemente; la recompensa bien lo merece. A primera vista puede paracer anticuada, pero situada en su justo contexto se revela como la joya que realmente es. Por si esto fuera poco, es un largo pre-Ghibli y, a la vez, plenamente Ghibli. Los fans de Miyazai y Takahata, así como los enamorados del anime clásico no deben perdérsela. 

Simplemente, hay que verla... ¡YA!